¿Qué libros leer en 2018?

La gente lee poco. El estadounidense promedio, según datos del Pew Research Center, lee solamente 4 libros al año. Y hablamos de un promedio general, lo cual quiere decir que no todos llegan a esa cifra. Según el mismo centro de estudios, 1 de cada 4 estadounidenses adultos no leyó ni un solo libro en el último año. Para España, la cifra de personas que no leyeron un solo libro en el último año es de casi 40%, según un artículo de Muy Interesante.

Si el paraguayo promedio leyera la misma cantidad de libros que el estadounidense promedio (lo cual parece improbable), y considerando que la esperanza de vida en Paraguay anda alrededor de los 74 años, leería en toda su vida aproximadamente 296 libros (un poco menos, teniendo en cuenta que no leemos libros en los primeros años de nuestras vidas). Esto contrasta notablemente con la cantidad de libros disponibles, ya que en 2015 se publicaron más de 197 mil títulos, y esto solo en Iberoamérica, que a su vez representa una porción muy pequeña de la torta global de libros.

Resumiendo la idea: la cantidad de libros disponibles es inmensa y la cantidad de libros que vamos a leer a lo largo de nuestras vidas es escasa. En la última semana se publicaron más libros de los que cualquier ser humano podría llegar a leer. Así que tenemos que ser selectivos, y saber elegir a qué libros dedicarles nuestros billetes y nuestro tiempo, está entre las cosas más importantes de la vida, porque a final de cuentas, en gran medida, somos lo que leemos, como diría Borges.

Así que sin más preludio, este es mi humilde aporte para seleccionar libros que valen la pena. A continuación, sugiero 7 libros para leer en este año que comienza, y defiendo por qué:

 

Los ángeles que llevamos dentro – Steven Pinker

BETTER ANGELS

Empiezo la lista por el que considero el más recomendable de todos. Bill Gates se refirió a este libro diciendo: «Uno de los libros más importantes que leí, no solo este año, sino siempre». Después de haberlo leído, creo que puedo decir lo mismo que Bill Gates.

Este libro combate una creencia muy extendida, que tal vez también sea tuya: que el mundo es cada vez más violento. Según Steven Pinker, es todo lo contrario.

Es bastante frecuente que se idealice el pasado primitivo del hombre, cuando todos corrían en pelotas en el bosque y vivían en paz y en armonía, y que se desprecie el presente, lleno de guerras, violencia y decadencia. Pero Pinker señala que en el siglo XX, las guerras, incluyendo las dos grandes y terribles guerras mundiales, mataron a alrededor del 0,7% de la población total de ese siglo. Lo cual contrasta bastante con las sociedades de cazadores-recolectores, como muestra el ejemplo de un grupo de 8 de estas sociedades en América, Filipinas y Australia, que tenía un promedio de muertes por guerras del 14% (ese es el promedio, pero algunas llegaban al 30%). En las sociedades indígenas en general, era mucho más probable sufrir una muerte violenta que en cualquier sociedad moderna.

Algunos datos interesantes seleccionados aleatoriamente de este texto:

  • Entre los siglos XIV y XV, un 26% de los varones de la aristocracia murieron por causas violentas. El porcentaje hoy es casi 0.
  • Entre los siglos XV y XVII, en promedio empezaban 3 guerras nuevas en Europa al año.
  • Los atentados terroristas son horribles y causan mucha destrucción, pero están sobredimensionados ante la opinión pública. Con las excepciones de 1995 y 2001, en Estados Unidos todos los años murieron más personas por picaduras de abejas, rayos, alergias y venados (sí, venados), que por ataques terroristas.
  • El terrorismo puede llegar a provocar más muertes indirectas a través del miedo que muertes directas a través de ataques. Por ejemplo, después del 11 de septiembre de 2001, el miedo hizo que mucha gente deje de volar en avión en EE.UU., se estima que esto generó un aumento en accidentes terrestres que provocaron 1.500 muertes, es decir, por tener miedo de que secuestren el avión, murieron 6 veces más personas de las que murieron en los aviones el 11 de spetiembre.
  • La violencia es predominantemente masculina, y el matrimonio puede ser una gran fuerza pacificadora. El 99% de los terroristas suicidas palestinos son varones, el 86% de ellos son solteros. Por otro lado, la probabilidad de que un preso soltero vuelva a reincidir en el crimen una vez que salga de prisión, es inmensamente superior a que lo haga uno que está casado.
  • Entre los siglos XIV y XV, un 26% de los varones de la aristocracia murieron por causas violentas. El porcentaje hoy es casi 0.

La violencia en todas sus formas está disminuyendo, hay cada vez menos guerras, es cada vez más improbable morir por causa de la violencia, hay cada vez menos maltrato infantil y menos maltrato a los animales, hay cada vez más tolerancia hacia las minorías raciales y religiosas, cada vez menos asesinatos de parejas, etc., etc. Si bien todo esto puede parecer difícil de creer, Steven Pinker hace un gran trabajo demostrándolo.

Entonces, ¿por qué la mayoría cree que la violencia está cada vez peor? Porque somos conscientes de la violencia del presente o de tiempos no tan lejanos, y muy ignorantes con respecto a la violencia del pasado. Vemos imágenes de las últimas atrocidades de la guerra en Siria, de atentados terroristas y demás, pero no sabemos casi nada sobre la Rebelión de An Lushan o la Guerra de los Treinta Años, que figuran entre los episodios más sangrientos de la historia de la humanidad. Y también por mecanismos psicológicos que Steven Pinker explica bien.

Un libro tremendo.

 

Armas, gérmenes y acero – Jared Diamond

Armas, gérmenes...

¿Por qué algunos pueblos se desarrollaron más rápidamente que otros? ¿Por qué Europa conquistó América y no a la inversa? A estas cuestiones el estadounidense Jared Diamond le ha dedicado décadas de análisis y reflexión, tras las cuales ha encontrado una respuesta que puede resumirse en una palabra: geografía.

La respuesta puede parecer muy simple, pero la justificación que el autor le da a esta respuesta, es un tanto compleja y se desarrolla con bastante detalle a lo largo de poco menos de 600 páginas.

Diamond argumenta que entre el inmenso número de especies animales y vegetales, solo un puñado selecto era ideal para la domesticación (hasta hoy, solo una docena de especies representan alrededor del 80% del volumen mundial de cultivos), y solo algunas áreas privilegiadas contaban con estas especies. Son solamente 8 los cultivos considerados como los «fundadores de la civilización», todos ellos existieron alrededor del llamado Creciente Fértil (lo que hoy es Siria, Iraq, Irán, Israel, Egipto y Turquía), y esa región también contó desde temprano con animales domesticables importantes, por lo tanto las primeras civilizaciones surgieron allí.

Otro factor que se incorpora a la ecuación es el eje de los continentes. El eje de algunos continentes es de norte-sur (América), mientras que el de Eurasia es este-oeste. Esto jugó un papel clave, ya que en los continentes con eje norte-sur, la transmisión de conocimiento, de cultivos y de animales era mucho más lenta por las diferencias climáticas y las barreras geográficas, mientras que en la Eurasia que se extendía más de este a oeste, las barreras eran menores y el clima era menos desigual, lo que permitió que tanto en Francia como en China se usen el caballo y la rueda con una diferencia de tiempo relativamente corta, a pesar de estar a 13.000 kilómetros de distancia, mientras que los aztecas nunca pudieron tener los animales de carga de los incas (las llamas) y los incas nunca tuvieron la rueda que los aztecas sí conocían.

Esto a su vez provocó una ventaja biológica significativa, ya que al vivir una vida sedentaria, tener mayor población y estar en constante contacto con animales, las sociedades que contaban con cultivos y animales domesticables,  desarrollaron muchas epidemias. Esto fue una maldición a corto plazo, pero a largo plazo fue una bendición que dotó a sus descendientes con resistencia a una serie de enfermedades. En cambio, las sociedades que vivieron en los continentes con eje norte-sur y que no contaban con las mismas plantas y animales, no tuvieron ese contacto y desarrollaron menos resistencia. ¿El resultado? Los europeos contagiaron epidemias a los americanos que debilitaron mucho más que las armas a la resistencia indígena.

En síntesis, el haber vivido en un lugar y no en otro, provocó un efecto dominó a lo largo de milenios, que resultó en un importante desequilibrio entre el poder económico, tecnológico y militar de diferentes sociedades. Por supuesto que esto no explica bien las diferencias entre las sociedades del mundo moderno y globalizado, en donde la geografía tiene cada vez menos peso y los cultivos, enfermedades y conocimientos se esparcen rápidamente sobre todos los rincones del planeta; pero explica muy bien las diferencias de desarrollo durante los primeros milenios de civilización, hasta más o menos los años 1500’s.

De paso se aprende mucho sobre otras cuestiones, como la evolución de los cultivos, y en el libro se hace un análisis muy interesante sobre el desarrollo de nuevas tecnologías, en el que se resta importancia a los grandes genios y afirma que la tecnología tiene que ver más bien con un proceso largo de acumulación de condiciones materiales y culturales, y da ejemplos de héroes científicos que dejaron grandes aportes a la humanidad, pero que lo hicieron gracias a que sus predecesores ya hicieron algo parecido antes que ellos.

En Youtube existe un documental basado en este libro, aquí el link del primer episodio.

Obras completas de Rafael Barrett – Rafael Barrett

BARRETT

Barrett nació y se crió en España, pero repartió sus últimos años en Argentina, Uruguay y principalmente en Paraguay, donde se casó y tuvo un hijo. Sirvió de inspiración a muchos y el propio Roa Bastos lo identificó como una de sus grandes influencias literarias. Borges también expresó admiración hacia su obra.

Estando aquí, dedicó gran parte de sus escritos a denunciar la terrible situación de explotación a la que eran sometidos los mensú en los yerbales. Dijo sobre el mensú:

«Escudriñad bajo la selva: descubriréis un fardo que camina. Mirad bajo el fardo: descubriréis una criatura agobiada en que se van borrando los rasgos de su especie. Aquello no es ya un hombre; es todavía un peón yerbatero».

Y su filosa pluma lanzó ataques como este a las empresas yerbateras:

«Yo acuso de expoliadores, atormentadores de esclavos, y homicidas a los administradores de la Industrial Paraguaya y de las demás empresas yerbales. Yo maldigo su dinero manchado en sangre».

Pero no se limitó a denunciar la explotación, fijó su atención sobre una inmensa variedad de temas. Habló de política paraguaya, literatura, religión, ciencia, costumbres sociales, sucesos de la época, historia -le llamaba la atención lo obsesionados que estaban los paraguayos con su pasado, especialmente con la Guerra Grande-, y mucho más.

Hoy está de moda, por así decirlo, hablar sobre feminicidio. Barrett ya habló del tema hace más de 100 años, cuando escribió el artículo «Pasionales», en el que criticaba la frase «La mato porque la amo». Según Barrett, la frase correcta sería «La mato porque no la amo ya, porque nunca la amé». Y agregaba, entre otras cosas:

«He aquí lo cierto, y si el matador, analizándose, supiera eliminar el falso prejuicio del honor, las punzadoras de la vanidad, el afán de lo notorio y mil razonamientos parásitos que acompañan la explosión salvaje sin motivarla, descubriría en el convulsionado fondo de su conciencia esas larvas del tenebroso origen universal, que arrastran confundidos los gestos de la fecundiad y de la muerte».

Lamentablemente la tuberculosis se lo llevó a la tumba muy joven, a los 34 años. Fue a tratarse a Francia, donde escribió conmovedoras cartas a su esposa y a su hijito, llenas de amor y mezcladas con esperanza que se alternaba con la resignación al sufrimiento.

Sus cartas, diálogos, artículos periodísticos y textos varios, fueron recopilados en sus obras completas que se reparten en 3 volúmenes (al menos en la edición de «RP Ediciones» de 1988 que le expropié a papá). Por favor, lean a Rafael Barrett, no tiene desperdicios.


El hombre mediocre – José Ingenieros

Hombre mediocre

Este es un análisis que hizo el argentino José Ingenieros sobre los distintos tipos de personas, según su comportamiento. Dedica gran parte de la obra a describir al hombre mediocre, que según el autor es el hombre rutinario, conservador, que carece de ideas propias y se limita a imitar las costumbres e ideas de otros, el que se refugia en el rebaño, y es pobre en pasión. «El mediocre no tiene voz, sino eco».

La antítesis del hombre mediocre (siempre se habla del hombre, pero entiéndase que lo mismo es aplicable a la mujer), es el hombre con ideales. Aquel cuya pasión le provoca un incendio interior que lo empuja a perseguir un ideal, aunque la mayoría se le oponga y le cueste desaprobación social, porque en palabras de Ingenieros: «A los hombres fuertes les pasa lo que a los barriletes; se elevan cuando es mayor el viento que se opone a su ascenso».

Pero no es su descripción de la conducta humana lo que me lleva a recomendar este título. Por más de que José Ingenieros haya sido psicólogo y psiquiatra, además de un hombre brillante, publicó «El hombre mediocre» en 1913, en un tiempo en el que la comprensión de la mente humana y de las conductas que emanan de ella, era mucho más pobre de lo que es hoy en día. Habrá un montón de obras de psicología y sociología que aporten más al respecto que este libro.

Esta recomendación, se justifica más que nada en cuestiones estéticas, en su estilo. Aún si uno no está del todo de acuerdo con José Ingenieros, disfrutará recorriendo las páginas de su obra. El hombre tuvo una pluma privilegiada, la palabra escrita es a Ingenieros lo que la pelota es a Messi. Transmite párrafo a párrafo una pasión arrolladora que contagia. El lector constantemente se cruza con frases muy elocuentes que invitan a subrayarlas. Cito tres que llamaron mi atención, a modo de ejemplo:

 

  • «La popularidad tiene peligros. Cuando la multitud clava sus ojos por vez primera en un hombre y le aplaude, la lucha empieza: desgraciado quien se olvida de sí mismo para pensar solamente en los demás. Hay que poner más lejos la intención y la esperanza, resistiendo las tentaciones del aplauso inmediato; la gloria es más difícil, pero más digna».

  • «El que tiene conciencia de su mérito no se presta a inflar la vanidad del primer indigente que le sale al paso pretendiendo distraerle, obligándole a perder su tiempo; elige sus adversarios entre sus iguales, sus condignos. Los hombres superiores pueden inmortalizar con una palabra a sus lacayos o a sus sicarios. Hay que evitar esa palabra; de algunos criticastros sólo tenemos noticias porque algún genio los honró con su puntapié».

  • «El pudor de los hipócritas es la peluca de su calvicie moral».

 

Cuentos de amor, locura y muerte – Horacio Quiroga

QUIROGA

La lectura idealmente debería ser una empresa libre y no una imposición, que cada espíritu consuma las letras que sacien su apetito; pero si me fuera conferido el poder de imponer la lectura obligatoria de un conjunto de cuentos, probablemente me seduciría sancionar la «Ley de servicio de lectura de cuentos de Quiroga obligatorio».

Horacio Quiroga es para mí uno de los mejores narradores de historias que parió Sudamérica. No destaca tanto por grandes frases, sino por cómo va armando lentamente la tensión a lo largo del cuento, rematando siempre con un buen cierre. Y sus diálogos son una delicia.

Entre estos cuentos está uno de mis favoritos, «La meningitis y su sombra». Es la historia de un hombre que va relatando en primera persona, cómo un día lo llaman para acudir a la casa de María Elvira Funes, como una especie de favor terapéutico. A esta joven de 19 años le agarró meningitis, y en medio de los delirios que le provocaba la fiebre, se convence de que este personaje era su gran amor (cuando en realidad era prácticamente un desconocido), y su presencia la reconfortaba en medio de su enfermedad. El inconveniente se da cuando… bueno, evitemos los spoilers, lean el cuento.

Goiburú. La Odisea del insumiso – Alfredo Boccia Paz

Goiburú libro

 

El Dr. Agustín Goiburú fue miembro del célebre movimiento colorado MOPOCO, al que Stroessner tanto odió y persiguió. Su historia de vida es digna de ser retratada en una película o una serie.

Intentó matar a Stroessner con una bomba que falló, supuestamente por una falla en la pila del detonador (aunque existió la sospecha de que el que tenía que apretar el botón se acobardó). Quiso robar un avión de la Fuerza Aérea, para aparecer en un encuentro internacional en Montevideo y denunciar al régimen dictatorial con un golpe mediático de alto calibre, pero lo descubrieron y tuvo que abortar la operación. Fue al exilio en Posadas y allí fue secuestrado en aguas del río Paraná, mientras pescaba, y llevado a una comisaría en Asunción.

Logró hacer un escape espectacular a través de un túnel y tuvo la osadía de dejarle una nota a sus carceleros, en las que dedicaba duras palabras a la policía y aclaraba que los presos que quedaron en la comisaría, no tuvieron que ver con el escape. En Posadas tuvo varios incidentes más con agentes enviados por el dictador, por lo que se mudó a la ciudad de Paraná en Entre Ríos, para estar más lejos de las garras del tirano.

Lamentablemente la medida no le sirvió de mucho, con la cooperación de la dictadura recientemente instalada en Argentina, el régimen stronista logró secuestrarlo en 1977, tras lo cual desaparecería. Sus restos aún no han sido encontrados, pese a los inmensos esfuerzos de su hijo Rogelio Goiburú, quien ha logrado hallar e identificar los restos de varios desaparecidos, pero todavía no el de su padre.

Todavía no tenemos película, pero mientras tanto, esta obra del Dr. Alfredo «Mengo» Boccia es una herramienta genial para conocer esta historia. El libro está muy bien logrado, además de ser muy detallado y estar bien documentado, hace que la lectura sea entretenida, si cabe el término «entretenido» para una historia que ha provocado mucho dolor, o en palabras de Alcibiades González Delvalle, escritas en el prólogo:

«Como acontece con la buena literatura, se da la contradicción de que este libro cargado de penalidades se lee con deleite».

Free will – Sam Harris

Free Will

Este no existe en español, o al menos yo no lo encontré, pero si no tienen problema con el inglés o si alguna vez pueden conseguir el texto en español, no duden en zambullirse en sus breves pero fascinantes 66 páginas (sacando agradecimientos y bibliografía).

Sam Harris se lanza en búsqueda de la respuesta a una pregunta que el ser humano discute desde hace milenios: ¿existe el libre albedrío o somos producto del destino? Sam Harris está seguro de haber encontrado una respuesta, y esta se puede resumir en que efectivamente, somos hijos del destino.

Es un tema que ya se discutió mucho antes, pero como neurocientífico, Harris aporta una dosis de ciencia que por lo general está ausente en los clásicos debates de los filósofos.

Por ejemplo, cita experimentos científicos que consistían en hacer que personas elijan apretar un botón, y cuyo resultado fue el haber detectado la actividad cerebral relacionada con esa elección, ANTES de que el sujeto sea consciente de que iba a elegir tal botón en vez de aquel otro. Y dice con respecto a los resultados de uno de estos experimentos, que «la actividad de solamente 256 neuronas fue suficiente para predecir con un 80% de precisión la decisión de una persona de moverse 700 milisegundos antes de que la persona sea consciente de ello». Es decir, nuestro cerebro toma decisiones por nosotros antes de que nosotros seamos conscientes de esas decisiones.

Para reforzar esto, Harris nos desafía a probar lo siguiente. Probá quedarte quieto con los ojos cerrados y decidí no pensar, mantené tu mente en blanco. Te vas a dar cuenta de que a pesar de tu decisión de no pensar, vas a seguir pensando porque van a ir apareciendo pensamientos sin querer. Entonces, si vos decidiste dejar de pensar un rato, ¿por qué seguís pensando? Porque no sos vos el que elige, los pensamientos y las decisiones surgen de manera involuntaria en el inconsciente, y cuando emergen simplemente nos da la sensación ilusoria de que nosotros fabricamos esos pensamientos y decisiones a fuerza de voluntad.

En otras palabras, lo que nos dice el autor es que nosotros tenemos la capacidad de elegir lo que preferimos, pero no podemos elegir cuáles van a ser las cosas que preferimos. Por ejemplo (el ejemplo es mío), si tengo frente a mí helado de chocolate y helado de dulce de leche, probablemente elija el de dulce de leche porque ese sabor me gusta más. Pero yo en ningún momento me puse a pensar «voy a decidir que el helado de dulce de leche sea el que más me gusta, por tales y tales razones». No, simplemente me gustó desde el vamos. Lo mismo pasa con la orientación sexual, con el tipo de personas que nos atraen más que otras, y con básicamente todo lo demás. Entonces, elegimos las cosas que preferimos, pero no elegimos cuáles son las cosas que vamos a preferir, esa es una decisión que nuestro ADN y nuestro inconsciente toma por nosotros de antemano.

Esta es una idea que incomoda a mucha gente, la mayoría prefiere creer que uno es dueño de su destino y le desagrada pensar que está todo predeterminado por un eterno dominó cósmico de leyes naturales. «¿Para qué entonces me voy a preocupar y para qué voy a mirar al cruzar la calle, si está todo determinado?», suele ser una pregunta clásica. Pero esa pregunta realmente no tiene sentido, ya que si todo está determinado, estás leyendo este artículo como resultado inevitable del destino, y si existe el libre albedrío, igual estás leyendo este artículo, así que el resultado práctico es el mismo.

Sea cual sea la postura que asumas en este debate, el libro de Sam Harris definitivamente te va a resultar interesante y te va a empujar a pensar bastante.

 

Y vos, ¿qué libros recomendas?

Deja un comentario