El mes con apodo

Alguna vez hubo una semana cargada de violencia, muerte, conmoción, miedo, coraje y celebraciones, todo ello concentrado en las plazas céntricas de Asunción. Nunca antes y nunca después volvió a verse algo parecido en el Paraguay.

Los meses por lo general no tienen apodos, y si alguno ha de ganarse el raro privilegio de que le pongan uno, primero deberá cumplir con un requisito obligatorio: generar conmoción. Tal es así que el mes de mayo, tuvo primero que generar en su interior, en 1968, las más numerosas manifestaciones callejeras y la mayor huelga general que se hayan visto en la historia de Francia, para luego ganarse el apodo de «Mayo Francés». En otro continente, 31 años más tarde, sería el mes de marzo el que entraría al selecto club de los meses con apodo, siendo apodado «Paraguayo».

He aquí un recuento de cómo marzo de 1999, logró convertirse en el «Marzo Paraguayo».

Los antecedentes

La política paraguaya en la década de 1990, estuvo marcada en gran medida por el ascenso de dos poderosos caudillos del Partido Colorado.

Uno de ellos era Lino César Oviedo, un militar que empezaría a asumir un gran protagonismo tras el golpe de estado al dictador Stroessner, en el cual había participado.

Durante el golpe de estado del 3 de febrero de 1989, Oviedo era Coronel, en 1993 era ya General de División y fue designado como Comandante del Ejército por el Presidente Wasmosy. Desde esta posición, Oviedo acumularía gran influencia, intervendría en asuntos políticos, convertiría en partidarios suyos a gran parte de la cúpula militar y a gran parte de la población. En abril de 1996, luego de una fuerte disputa con Wasmosy, relacionada con la construcción de un segundo puente internacional en el Alto Paraná -ambos se acusaron mutuamente de querer ganar dinero con el proyecto-, Oviedo, sintiéndose fuerte, se acuartela en la Caballería y exige la renuncia del presidente. La tensión estaba al máximo, se temía un posible derramamiento de sangre, Wasmosy estuvo al borde de renunciar; pero finalmente se mantuvo firme al sentir el respaldo de la comunidad internacional y de masivas manifestaciones ciudadanas en contra de Oviedo.

El episodio terminó con el pase a retiro de Oviedo -amagaron con nombrarlo Ministro de Defensa para tranquilizarlo, pero no se concretó-; pero ese no fue el fin de su fuerte influencia, al contrario, inmediatamente anunció que buscaría la presidencia de la república y fundó el movimiento colorado UNACE (Unión Nacional de Colorados Éticos).

El otro caudillo en ascenso era Luis María Argaña, tenía un vasto currículum político en su haber. Fue convencional constituyente, Vicepresidente de la Cámara de Diputados, Consejero de Itaipú, Presidente del Partido Colorado y Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Estuvo cerca de ser presidente del país en 1993; pero perdió por muy poco la interna partidaria contra Wasmosy, en un proceso contaminado por una lluvia de denuncias de irregularidades -una de las cuales implicaba a Oviedo llevando urnas a la Caballería-, muchos años después el senador Juan Carlos «Kalé» Galaverna, admitiría públicamente haber participado de un fraude electoral contra Argaña. A pesar de esto, Argaña seguiría con fuerza su carrera política, «Reconciliación Colorada», movimiento fundado por él, sería uno de los más fuertes dentro del coloradismo en los siguientes años.

Estos dos caudillos medirían fuerzas en las internas coloradas para buscar sentarse en el sillón presidencial en 1998. La pulseada la ganó Oviedo; sin embargo lo dejaron fuera de competencia, fue encarcelado al ser procesado por un tribunal militar, acusado de intento de golpe de estado por los eventos de 1996. Esto dio lugar a una situación muy particular, el candidato presidencial por la ANR sería Raúl Cubas Grau, quien fuera el candidato a vicepresidente de Oviedo en las internas, y Argaña que había quedado como segundo en la puja, pasó a ser el candidato a vicepresidente. Así, el Partido Colorado puso juntos en una misma chapa presidencial, a dos hombres que representaban a dos facciones políticas duramente enfrentadas entre sí.

La dupla Cubas-Argaña ganó las elecciones generales contra toda la oposición unida detrás de la dupla Laíno-Filizzola, la campaña de Cubas tuvo como eje central la liberación de Oviedo, su slogan era «Tu voto vale doble: votá por Cubas, para que Oviedo salga en libertad». Efectivamente, al asumir la presidencia, Cubas Grau saca a Oviedo de prisión. A partir de esto el ambiente se vuelve cada vez más caldeado, la Corte Suprema de Justicia declara inconstitucional la medida del Presidente, en respuesta a esto los oviedistas inician una campaña agresiva contra los ministros de la Corte Suprema y en una manifestación frente al Palacio de Justicia, incluso hieren en la cara a Monseñor Rolón, célebre opositor al régimen de Stroessner. Las críticas contra Cubas y el oviedismo son cada vez mayores, el propio hermano del Presidente, Carlos Cubas, renuncia a su puesto de Ministro de Industria y Comercio por estar en desacuerdo con su hermano, y en el Congreso los parlamentarios argañistas, unidos a los de la oposición, empiezan a hablar de juicio político al Presidente Cubas, lo que motivaría que partidarios de Oviedo empiecen a reclamar la disolución del Parlamento.

La libertad de Oviedo estaba siendo cuestionada y amenazada, y sus adversarios estaban organizándose para destituir al hombre que él había puesto en el Palacio de López, para reemplazarlo por su rival, Luis María Argaña. La receta para un gran conflicto estaba por completarse; pero faltaba un último ingrediente.

El detonante: el asesinato de un vicepresidente

El martes 23 de marzo el Vicepresidente Argaña se dirigía a la sede de la vicepresidencia, cuando en la calle Diagonal López, un poco antes de llegar a Venezuela, alrededor de las 8:30 de la mañana a su camioneta le cierra el paso un Fiat Tempra verde oscuro. De él descienden dos hombres que inmediatamente empiezan a abrir fuego (había un tercero esperando en el auto),el suboficial Francisco Barrios, quien servía como guardaespaldas del Vicepresidente, llegó a sacar su arma para defenderse pero lo mataron antes de que pueda disparar. El chofer bajó la cabeza y trató de retroceder, choca contra la muralla de una casa y queda con el vehículo trancado en la vereda. Allí el chofer escapa como puede y se esconde en una casa, con una herida en la cara. Uno de los sicarios descarga varios tiros sobre Argaña, desde la ventana del costado de la camioneta, y se retiran no sin antes dejar una granada en la vereda, a centímetros la camioneta.

Camioneta de Argaña

Camioneta de Argaña después del atentado. En el suelo, cerca de la puerta trasera, todavía se encuentra la granada (que no llegó a detonar)

Argaña estaba muerto, la noticia empieza a recorrer el país velozmente. Se esparce el miedo, los niños son retirados de las escuelas por temor a lo que podría suceder después. Inmediatamente muchos empiezan a acusar al Presidente Cubas y a Lino Oviedo de ser los responsables. Esta acusación cobraría fuerza, al menos en el caso de Oviedo, al ser descubiertos los autores y ser revelado que uno de ellos era el mayor Reinaldo Servín, dirigente oviedista, quien ese mismo día se había comunicado con Oviedo. A pesar de las acusaciones, nunca se llegó a condenar judicialmente a Oviedo ni a nadie más como autor moral. Sí fueron encarcelados cuatro hombres como autores materiales.

En los años posteriores el oviedismo, con la cooperación del diario ABC Color, sostendría una obsesiva campaña de desinformación para hacer creer que Argaña había muerto en la casa de su amante y que lo del asesinato fue un montaje espontáneo de su familia. Repitieron el rumor una y otra vez, mostrando siempre fotografías sacadas desde ángulos donde no se veía bien la sangre en el cadáver (omitiendo todas las imágenes donde claramente se ve sangre), y eso fue tan efectivo que a pesar de la montaña de pruebas que sostienen lo contrario, todavía hoy, 20 años después, son muchos los que siguen creyendo que Argaña ya estaba muerto antes del atentado.

Argaña muerto 1
Argaña muerto 4
Argaña muerto 3
Argaña muerto 2

Comentarios como los de arriba siguen siendo comunes hasta hoy y demuestran la eficacia de la campaña de ABC Color y el oviedismo, para instalar una falsa teoría de conspiración

Guerra en las plazas

Más tarde en esa mañana, líderes de la organización multipartidaria «Jóvenes por la Democracia» -quienes ya habían tenido protagonismo en las manifestaciones contra Oviedo en el 96- marchan desde el Sanatorio Americano, donde se había depositado el cuerpo de Argaña, con rumbo al Palacio de Gobierno para manifestar su indignación ante el atentado, exigir la prisión para Oviedo y la renuncia del Presidente Cubas. Eran pocos y fueron frenados poco antes de llegar al Palacio, sobre 15 de agosto y El Paraguayo Independiente.

Mientras tanto, el Ministro del Interior había renunciado, lo reemplazó Carlos Cubas, el hermano del presidente que había renunciado meses atrás y ahora volvía al gabinete de su hermano, para ayudarlo en medio de la crisis. Desde el TSJE, trascendía la noticia de que en la mañana ya se preparó una resolución para llamar a elecciones, para elegir nuevo vicepresidente, una reacción sorprendentemente veloz que a muchos resultó sospechosa. El Presidente de la República ordenó el cierre de las fronteras con Brasil y Argentina, y prometió esclarecer el caso. No sirvió de mucho.

A la noche los manifestantes crecieron en número, había de todo, argañistas, liberales, manifestantes del Partido Encuentro Nacional (en ese entonces todavía relativamente fuerte) y jóvenes independientes, y a eso de las 19:00 horas fueron violentamente desalojados de la esquina del Palacio de Gobierno por fuerzas policiales. Los manifestantes se reorganizarían en las plazas céntricas situadas entre la Catedral y el Congreso -en esos días el senado todavía funcionaba en lo que hoy llamamos «El Cabildo»- construirían barricadas y se enfrentarían con piedras a la policía.

El miércoles 24 a la madrugada, se empieza a sumar un importante número de campesinos a los manifestantes en la plaza. Los campesinos vinieron a Asunción a solicitar que se les condonen sus deudas, parlamentarios opuestos al oficialismo les prometieron acceder a su pedido a cambio de su apoyo a los manifestantes. Los campesinos se sumaron a las manifestaciones y en los próximos días sus deudas se evaporaron. Más tarde se sumarían sindicalistas, se había implementado una huelga general.

Ante estos hechos, el proyecto del juicio político a Cubas toma forma y se adelanta. La Cámara de Diputados aprueba rápidamente el inicio del juicio y le pasa la pelota al senado, para que condene o absuelva al presidente. A las 13:00 horas Cubas anuncia que acatará la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que había desacatado antes al liberar a Oviedo, y comenta que ya ha ordenado la detención de este último. Oviedo se presenta voluntariamente en el Batallón Escolta Presidencial, donde se suponía tenía que quedar arrestado, allí expresa a la prensa que no estaba detenido y que solo iba a aclarar su situación jurídica.

Ante el anuncio de la detención de su líder y la inminente caída del presidente puesto en el poder por ellos, esa tarde los oviedistas también empiezan a acudir a las plazas del microcentro. La policía trata de mover por la fuerza a los manifestantes opositores, para conseguirles espacio en la plaza a los partidarios de Oviedo; sin embargo los manifestantes resisten la embestida y conservan la plaza. Los oviedistas trataron de ganar terreno atacando a sus rivales con petardos, aún así no pudieron conquistar la plaza. La policía montó un cordón de seguridad para separar a los dos grupos y los oviedistas ocuparon un pequeño espacio en la plaza hacia la Cámara de Diputados; pero el otro grupo, más grande, siguió ocupando la mayor parte de las plazas, incluido el espacio frente a la Cámara de Senadores, un espacio que era vital, pues por allí tendrían que pasar los senadores para desarrollar el juicio político, cosa que los oviedistas no querían y sus adversarios sí.

Para ayudar a los oviedistas a conseguir aún más espacio en la plaza, se lanza una carga de la policía montada; pero sorprendentemente los manifestantes opositores resisten, algo que casi nunca sucede cuando se desata la implacable capacidad de represión que tiene la montada. Llegó la madrugada del jueves 25, la mayoría de los opositores se habían retirado a descansar, quedando solo un pequeño grupo en la plaza, esto es aprovechado por los oviedistas para atacar y empieza una batalla campal donde ambos bandos intercambian tiros de petardos, garrotazos y cascotazos. Los oviedistas contaron con ventaja, hasta que de repente acuden refuerzos campesinos desde su lugar de descanso, la cercana Plaza Uruguaya.

Ese jueves los manifestantes recibirían una inmensa cantidad de ayuda de parte de la ciudadanía, donaciones de víveres, médicos que se ofrecían como voluntarios para atender a los heridos. La Iglesia Católica también prestó su apoyo y ofreció la Universidad Católica, al lado de la Catedral, como depósito de víveres. El senado iniciaría el juicio político y le daría 48 horas a los abogados de Cubas para armar los argumentos de la defensa. Durante el día y la noche seguirían los enfrentamientos. La Primera Dama, Mirta Gusinsky de Cubas, apareció en medios de comunicación pidiendo a la gente que se manifieste a favor del presidente y a la vez, advirtiendo que podrían salir tanques a poner orden en las calles. En medio de los enfrentamientos caía baleado Cristóbal Espínola, joven campesino que más tarde moriría a causa de sus heridas.

El viernes sería el día más violento de todos, el ambiente se caldeaba cada vez más, Ángel Seifart, quien fuera vicepresidente en el gobierno anterior, advertiría ante la prensa que el país estaba a punto de entrar en una guerra civil, y que el pueblo colorado recurriría a las armas si fuese necesario, para mantener al Presidente Cubas en el poder. Alrededor de las 5 de la tarde, la policía sorpresivamente lanza un ataque feroz, cascos azules, jinetes de la policía montada y carros hidrantes, se lanzan juntos a toda velocidad sobre los manifestantes. Los oviedistas ayudarían a los policías a «limpiar» la plaza. Los manifestantes que habían dominado la plaza hasta entonces se retiraron y se refugiaron en la explanada de la Catedral. Los oviedistas se sintieron victoriosos; pero solo por unos momentos.

Los manifestantes recién expulsados, decidieron lanzarse al contraataque. Parecía una acción demencial, ¿pues acaso cuándo hemos visto que una importante fuerza de cascos azules, jinetes de la policía montada y carros hidrantes sea vencida por manifestantes? Y sin embargo allí pudimos observar ese fenómeno espectacularmente raro y violento, lo lograron, expulsaron a toda la fuerza policial y a los oviedistas. Fueron quemados vehículos identificados como oviedistas, incluido un camión al que los seguidores del general llamaban «Linomóvil». Era una escena digna de Hollywood.

La ferviente resistencia de los jóvenes en la plaza haría que desde la presidencia se dicte una orden drástica: el ejército tendría que salir a poner orden. Desde el Chaco, específicamente Cerrito, salieron tanques de la Caballería con rumbo a la plaza. Al conocerse la noticia se organizó la defensa y se reforzaron las barricadas. El intendente de Asunción, el liberal Martín Burt, también se sumaba al conflicto, tomando partido a favor de los jóvenes manifestantes en contra del gobierno. Envió camiones recolectores de basura, para cerrar las calles que daban acceso a las plazas.

Entre las fuerzas gubernamentales surgirían divisiones. Oficiales de la Marina y la Fuerza Aérea se negarían a movilizarse para reprimir las manifestaciones. También lo hicieron algunos oficiales de la Caballería, motivo por el cual los tanques más pesados no salieron a las calles. Finalmente los tanques recibieron desde el Palacio de Gobierno la orden de desviarse y no intentar entrar a las plazas, se quedaron en las cercanías.

Los oviedistas no renunciaban a su pretensión de conquistar la plaza, así que volvieron a lanzar un gran ataque con una lluvia de petardos. Sus contrincantes reaccionaron arrojando una tormenta de cascotazos sobre ellos. En medio del calor de la batalla se veían muchos heridos en el suelo, y los presentes sufrieron una sorpresa espeluznante al percatarse de que eran heridos de balas, había francotiradores en los techos del edificio Zodiac y del local del Correo Paraguayo. Este último lugar se había convertido en una suerte de Puesto de Comando oviedista, repleto de cajas de petardos y piedras.

En las calles también había oviedistas con armas de fuego disparando contra la multitud. Uno de ellos era Walter Gamarra, un funcionario del Ministerio de Hacienda que fue filmado efectuando disparos y que hoy está preso por ello (es el único de los pistoleros apresado). Todo esto mientras las agencias de noticias de todo el mundo volcaban su atención sobre Paraguay.

Walter Gamarra y oviedistas disparando

 

 

Walter Gamarra y otros oviedistas, disparando con petardos y armas de fuego contra los manifestantes

 

 

 

 

Con el correr de las horas aumentaba la cifra de heridos, y varios de los heridos se convertían en muertos. El Fiscal General del Estado, acompañado del juez Gustavo Ocampos, ordenó a Niño Trinidad Ruiz Díaz (Comandante de la Policía) que proteja a los manifestantes y arreste a los tiradores. El Ministro del Interior Carlos Cubas también dio la misma orden; pero el Comandante de la Policía no obedeció. Según el ministro, el Comandante se había rebelado y estaba bajo las órdenes directas del General Oviedo.

Finalmente los francotiradores se retiran ante el riesgo de ser capturados. Fue una noche terrible, lo peor ya había pasado. El sábado a la mañana los jóvenes ceden el espacio conquistado en la plaza a los infantes de marina, luego de tensas negociaciones con los manifestantes en las que intervendría el Pa’i Oliva, quien ayudó a convencerlos de que la medida era necesaria. La idea era que los infantes de marina garanticen la seguridad en el lugar y aseguren que el juicio político pueda desarrollarse sin obstáculos (lo que los manifestantes querían). El Comandante de la Policía Nacional fue destituido y arrestado por los sangrientos sucesos de la noche anterior. Ese día los campesinos volvían a sus respectivas comunidades, despedidos con aplausos y gritos de gratitud.

Cubas Grau, con mucha presión encima, estaba considerando seriamente su renuncia. En conversación telefónica con el Presidente de Brasil, se le garantizó asilo político en ese país en caso de que renuncie. Al día siguiente, Domingo de Ramos, Cubas finalmente anunciaría su renuncia a la presidencia a eso de las 20:40.

«Me voy, porque si mi salida sirve para la pacificación nacional, este será mi aporte en este momento tan delicado»– argumentó el presidente en su discurso final.

Inmediatamente abandonó el país para refugiarse en Brasil. Lino Oviedo salió de su fingida prisión en el Escolta Presidencial, tuvo una última reunión en Mburuvicha Róga con Cubas, en la cual -según el secretario del presidente- tuvo un alto contenido de gritos y momentos que sugerían una intensa discusión. Oviedo abandonó el país en una avioneta y recibió protección en Argentina, de parte del Presidente Carlos Menem.

Las calles se llenaron de caravanas que inundaron el ambiente con bocinazos festivos, las plazas rebozaban con una ciudadanía que acudió masivamente a celebrar el fin de todo esto.

Multitud en la plaza (Marzo Paraguayo)

Consecuencias

El resultado inmediato fue que al haber renunciado el presidente y al estar muerto su vice, por mandato constitucional le correspondía al Presidente del Congreso asumir la presidencia. Así que el país empezaba su Semana Santa de 1999 con un nuevo presidente, Luis Ángel González Macchi.

Con él se formaría un gobierno de coalición entre colorados argañistas, liberales y encuentristas, al que llamarían «gobierno de unidad nacional». Más tarde el Partido Liberal Radical Auténtico abandonaría el gobierno de coalición. El UNACE, fundado por oviedo, dejaría de ser un movimiento colorado y se convertiría en un partido político apartado de la ANR, la Unión Nacional de Colorados Éticos pasaría a llamarse Unión Nacional de Ciudadanos Éticos, y le restaría un enorme caudal de votos al coloradismo. Tal es así que en el año 2000, se convocó a elecciones para elegir un sustituto para el finado Vicepresidente Luis María Argaña, y el Partido Colorado perdió las elecciones (tenía como candidato a un hijo de Argaña), ganó el liberal «Yoyito» Franco, quien con el apoyo del UNACE se convirtió en el primer vicepresidente liberal en más de medio siglo.

En las siguientes elecciones presidenciales del 2003, ganaría la presidencia el colorado Nicanor Duarte Frutos; pero lo haría con tan solo un poco más de un tercio de los votos a su favor, mientras que en 1998, cuando el UNACE todavía estaba unido al coloradismo, la ANR ganó las elecciones con más de la mitad de los votos. El Partido Colorado recién volvería a tener un porcentaje de votos medianamente similar (aunque ya nunca igual) a partir de las elecciones de 2013, con la muerte de Lino Oviedo en un accidente aéreo, tras la cual también el UNACE recibiría un golpe mortal, retornando la mayoría de sus seguidores al coloradismo (incluidos los hijos de Oviedo).

El Paraguay de los siguientes años también vería el declive del militarismo. Este país tan acostumbrado a ser gobernado por militares, tan acostumbrado al «chake» de algún comandante, le perdería el miedo a los golpes de estado (un miedo latente hasta los 90’s).

En el año 2000 se produjo el último intento de golpe, que tal vez hasta podría ser catalogado de «kachia’i», ningún muerto, ningún herido, solo dos tanquetas paseándose solas en las mismas plazas donde ocurrieron los eventos de marzo del 99, rindiéndose ante policías pobremente armados, luego de armar algún bochinche. Los comandantes de las distintas armas del ejército siempre fueron personajes reconocidos e influyentes en décadas anteriores, hoy la mayoría de la gente ni siquiera sabe quiénes son los jefes más importantes de las fuerzas armadas. Ya no tenemos militares candidatándose a la presidencia ni ejerciendo alguna influencia notoria en la política nacional.

El gobierno de González Macchi, que gozó de amplio apoyo popular y en el que estaban depositadas grandes esperanzas, terminó demostrando ser un gobierno enormemente corrupto e ineficaz, acumuló una gran cantidad de escándalos de corrupción, siendo uno de ellos el descubrimiento de que el BMW que utilizaba el presidente, era un auto robado en Brasil. En el último trecho de su mandato los funcionarios públicos cobraban sus salarios a veces con meses de atraso. La esperanza inicial se convirtió en un profundo disgusto generalizado.

Algunos reivindican este dramático episodio como una gran gesta en defensa de la democracia, hay quienes consideran que 8 muertos y 769 personas heridas, fue un precio que no valía la pena pagar para que asuma un gobierno como el que asumió el poder después. Las discusiones siguen y seguirán por mucho tiempo más; pero hay algo que es indiscutible, y eso es que desde 1999, marzo se ganó un apodo que ni siquiera la frágil memoria de nuestra sociedad podrá quitarle jamás. «Marzo Paraguayo».

El Mariscal visto por sus contemporáneos

El ex Presidente y Mariscal Francisco Solano López, a pesar de contar con una importante cantidad de detractores y de un número aún mayor de personas que saben poco o nada sobre él, sin dudas ocupa un lugar privilegiado en la opinión pública, siendo considerado por el Estado paraguayo como máximo héroe del Paraguay. Consideración compartida por gran parte de la población paraguaya.

Visto como mártir y defensor de la república ante la invasión de los ejércitos combinados de Argentina, Brasil y Uruguay en la Guerra de la Triple Alianza, y como máximo exponente de la nacionalidad paraguaya, hoy sus presuntos restos (no existe plena confirmación de que sean suyos) ocupan el centro del Panteón Nacional de los Héroes. Avenidas, calles, escuelas y plazas a lo largo y ancho del país llevan su nombre, y no es una mera coincidencia que el Día de los Héroes, feriado nacional, coincida con el aniversario de su muerte en Cerro Corá. Así son las cosas hoy, ¿pero fue siempre así? ¿Ha sido esta la imagen que han tenido de Francisco Solano López quienes vivieron en su época? Esta es la pregunta que exploraremos a continuación.

Las encuestas, el mejor instrumento para medir la popularidad de una figura pública o de una opinión, no existieron en esos años. Pero aún así contamos con varios elementos a nuestra disposición, para tratar de esclarecer qué pensaban los paraguayos sobre el presidente que lideró al país durante la gran guerra. Uno de estos elementos son los testimonios dejados para la posteridad por quienes vivieron la guerra.

George Thompson, ingeniero que sirvió en el ejército paraguayo y llegó al grado de coronel durante el conflicto, escribió sus memorias sobre este terrible episodio histórico, y en ellas hace numerosos comentarios sobre López. En las páginas de su obra, si bien no tiene problema con asignarle a López ciertas cualidades, como una excelente oratoria y el conocimiento de varios idiomas, transmite una serie de opiniones muy desfavorables con respecto a él. Ya al inicio de su testimonio dice: «Aunque hablaré con el mayor horror y aversión del déspota [López], que ha sacrificado a sus conciudadanos con el sólo objeto de satisfacer su egoísmo y ambición personal, profeso a los paraguayos los sentimientos más amistosos…».

La calificación de déspota o tirano para Francisco Solano, tan utilizada por sus enemigos, son repetidas más de una vez por Thompson a lo largo de sus comentarios. También acusaba al presidente de abusar de su poder para aumentar su propia fortuna, de ser extremadamente desconfiado, cometer muchas injusticias y también numerosos errores militares, entre tantas otras críticas que hacen de este sobreviviente, uno de los principales críticos del Mariscal López.

Pero Thompson, si bien sirvió al Paraguay, hablaba guaraní, profesaba simpatía hacia los paraguayos, se casó con una paraguaya, e incluso tuvo hijos paraguayos y decidió quedarse en Paraguay, muriendo finalmente en el país, no era paraguayo, era inglés. Por lo tanto, su opinión de extranjero puede suscitar dudas con respecto a si su opinión podría tomarse como representativa de los paraguayos.

Revisemos entonces la opinión de paraguayos que vivieron la guerra. Un caso llamativo lo constituye el de Juan Bautista Delvalle. Delvalle fue uno de los jóvenes becados por el gobierno para estudiar en Europa, estudió en París. Estando allí abandonó sus estudios para regresar a Paraguay y sumarse a la defensa nacional. Ascendió rápidamente en el ejército y siguió al Mariscal en su retirada hacia el norte del país. Había quedado algo más atrás y tenía órdenes de López de sumarse a él en Cerro Corá.

El 25 de febrero de 1870, tan solo unos días antes del fin de la guerra, decide escribirle a López anunciándole que no iba a obedecer esa orden, le aseguraba que ni él ni sus hombres jamás se pondrían al servicio del enemigo, pero lo abandonarían a él. En la carta enviada a López, argumentan que la guerra ya no tiene sentido y que prolongarla solo serviría para provocar más muertes paraguayas, para «el duro aniquilamiento de nuestra nación, bajo el yugo de una voluntad arbitraria y caprichosa». La voluntad del presidente era «arbitraria y caprichosa» y no valía la pena seguirlo en su retirada hacia Cerro Corá, esa era la opinión Delvalle, y no era solamente la suya. También compartían esa postura los coroneles que lo acompañaban, Gabriel Sosa y José Romero. De hecho, todos sus hombres estuvieron de acuerdo, con la sola excepción de un sargento. Y en los últimos meses de retirada hacia el norte, si bien no le escribieron cartas al mariscal para explicarle sus razones, hubo una enorme cantidad de hombres que desertaron del ejército.

Pero Delvalle y sus compañeros, como mencionamos, no llegaron hasta Cerro Corá. Quienes si llegaron, ¿tendrían una opinión diferente? El Coronel Juan Crisóstomo Centurión fue el hombre que dirigió la breve última resistencia, ante el avance del ejército imperial del Brasil ese célebre 1° de marzo de 1870. Fue herido por una bala que le atravesó la boca y casi le arrancó la lengua por completo. Cayó prisionero, sobrevivió a la guerra y muchos años después escribiría las memorias más completas escritas por un veterano paraguayo de aquella guerra. En ellas, Centurión critica a López por una serie de decisiones que a su criterio consideraba fueron severos errores militares, y otras que significaron tremendas injusticias. Por ejemplo, al referirse al fusilamiento del Coronel Mongelós ordenado por López, aún sabiendo que era inocente de la conspiración descubierta (se lo condenó solo por no haber descubierto la conspiración), dice Centurión: «Fue un acto cruel y barbárico».

También reprocha a López la ruptura de las negociaciones de paz que se habían iniciado en 1867 con la mediación de un diplomático inglés. «No es, por cierto, el primer caso en la historia que el capricho y el orgullo de un mandatario absoluto, hayan sido causa de la destrucción de una nación», dijo este coronel paraguayo sobre el caso. También menciona un caso en el que se le preguntó al Mariscal López por qué no había promulgado una constitución para el país, habiendo éste dado la excusa de que otros países tenían constituciones que eran muy bellas en el papel pero que en la práctica no les servían a sus países. Centurión declaró: «es la excusa de todos los tiranos».

Otra queja expresada por Juan Crisóstomo Centurión tiene que ver con la venta de tierras públicas de gigantesca extensión a Madame Lynch (más de 200.000 km2,  equivalente a la mitad del actual territorio paraguayo), a un precio regalado. Centurión no solamente opinó sobre el tema, sino que después de la guerra, siendo Fiscal General del Estado, se opuso a que Madame Lynch recuperase esas tierras (Lynch y luego sus hijos las reclamarían durante décadas, nunca las recuperaron).

Centurión dijo mucho más sobre López, pero pasemos al testimonio de otro sobreviviente que también estuvo en Cerro Corá, Fidel Maíz. Maíz había sido uno de los sacerdotes más destacados del Paraguay de esos años, antes de la guerra había caído preso tras oponerse en 1862 a la elección del Presidente Mariscal -aunque en ese entonces todavía no era mariscal- como sucesor de su padre, Carlos Antonio López. Fue liberado tras la victoria de Curupayty, desde entonces se convirtió en colaborador del Mariscal. Fue uno de los fiscales que tuvieron parte en los famosos tribunales de San Fernando, donde cientos de personas fueron ejecutadas,  y le dedicaría halagos pomposos casi constantemente.

Pero apenas terminada la guerra, declararía varias veces a lo largo de los años que la conspiración que fue castigada en San Fernando ni siquiera existió, que fue asesinada gente inocente y que el rol que él mismo desempeñó en esos juicios fue contrario a su propia conciencia, y que participó obligado, solamente por temor a perder también él la vida en caso de negarse. Aquí algunas expresiones vertidas por el sacerdote Fidel Maíz sobre quien fuera el líder supremo paraguayo durante el conflicto:

  • «Déspota cruel»
  • «… aquel vampiro, después de haber chupado gota a gota la sangre que a torrentes hizo verter en esta tierra…»
  • «¡Maldición a su execrable memoria!»
  • «El General López inauguró su gobierno llenando los calabozos»
  • «… las crueldades de aquel hombre no necesitaba de ajena sugestión»

Sin embargo, debe tenerse presente que Fidel Maíz se mostró como un hombre bastante contradictorio, y dispuesto a modificar sus posturas dependiendo de las circunstancias. En una carta enviada en 1908 a Enrique Solano López, hijo de Francisco Solano López, le dijo: «Igual impresión me conmueve siempre, toda vez que recuerdo que el Mariscal supo cumplir su protesta de mantener firme en sus manos la bandera de la patria».

Ignacio Ibarra también formó parte de los restos del ejército paraguayo que había llegado hasta el lugar del último combate de la Guerra Grande. Fue uno de los últimos paraguayos en ver al Mariscal López con vida. Sobrevivió a la tragedia y fundó en la postguerra un periódico, «La Democracia», donde publicó el 1° de marzo de 1885, aniversario número 15 de Cerro Corá, un texto en el que relataba lo sucedido en el último día de la guerra.

«Quince años atrás, el 1° de marzo de 1870, tenía lugar el último hecho de armas que abrió la tumba al déspota y al mismo tiempo coincidía con la muerte del despotismo», escribió Ibarra. Haría también esta descripción de quien había sido su jefe años atrás: «… él ha sido un gran tirano, tirano cruel y bárbaro hasta la última acepción de la palabra, que no ha respetado nada, nada, absolutamente nada, ni los mismos vínculos de la familia».

Bernardino Caballero no estuvo en Cerro Corá cuando llegaron las tropas enemigas (había sido enviado por López más al norte para buscar ganado); pero sí estuvo en las filas del ejército durante toda la guerra, teniendo en ella una destacada actuación. Luego de la guerra, Caballero se rebelaría contra el gobierno, y lanzó a sus tropas un manifiesto en el que, entre otras cosas, trataba de tiranos al Dr. Francia, a Carlos Antonio López y a Francisco Solano López. A Francisco Solano no solo lo trataba de tirano, también le echaba toda la culpa por el desastre de la guerra. Ese manifiesto no solamente es interesante, por hablarnos de la postura de Caballero con respecto a Solano, es por sobre todo interesante por ser este un manifiesto que fue leído a sus tropas en medio de una revolución. Los manifiestos se lanzan para entusiasmar a los soldados, y si López gozaba de gran popularidad entre los sobrevivientes de la guerra, ¿tenía sentido tratar de entusiasmar a las tropas hablando mal de alguien a quien consideraban un héroe?

Siguiendo con Caballero, hay otro dato que se conserva mediante su testimonio. Según le dijo Caballero al Dr. Estanislao Zevallos, muchos años después de terminada la guerra, durante el transcurso de la misma, luego de que López mandáse a su propia madre a ser torturada, tuvo lugar con el General Roa este diálogo:

Roa: ¡Ahora sí que nos llevan todos los diablos, carajo!

Caballero: ¿Por qué?

Roa: ¿Qué no sabe lo que pasa, compañero?

Caballero: ¡Nada sé!

Roa: No embrome, amigo, ¿cómo no ha de saber?

Caballero: ¡Nada sé! [en realidad Caballero ya lo sabía, un sargento bajo sus órdenes fue testigo y le había pasado el chisme]

Roa: Pues López, este hijo de una gran puta, acaba de mandar a Aveiro que le tome declaración a la madre y le ha hecho dar cincuenta azotes. El que manda castigar a la madre es capaz de hacernos fusilar a todos.

Otro hecho que nos da una idea del ambiente de la época tuvo lugar en 1887, durante la fundación del Partido Colorado. En el acto de fundación, José Segundo Decoud, uno de los referentes más importantes del partido, pronunció un discurso en el cual manifestó:

«Estamos aquí congregados al cabo de diez y siete años de nuestra regeneración política tan penosamente alcanzada y en la que hubo de abatirse a un despotismo terrible». Decoud había dicho públicamente, frente a todos sus correligionarios, que el gobierno de López fue un «despotismo terrible», y que su caída representaba la «regeneración política» del país. Todos aplaudieron, nadie puso alguna objeción, y el partido gobernaría el país hasta 1904. Cuando se dio fin a la hegemonía colorada en 1904 y los liberales tomaron el poder, no tuvo relación alguna con la postura crítica de los colorados hacia López, es más, los liberales también mantenían una actitud similar con respecto a su imagen histórica.

Decoud, Thompson, Delvalle, Caballero, Centurión, Roa, Maíz, Ibarra, los fundadores de los partidos tradicionales y tantos otros, nos dan alguna idea de cómo se recordaba a López tras las primeras décadas luego de su muerte. Pero finalmente, uno de los puntos más sugestivos con relación a la posición de López en la visión del pueblo paraguayo que sobrevivió a la guerra, no reside en los comentarios de tal o cual veterano, sino en la tolerancia que se tuvo al título de traidor que se puso sobre Solano López durante muchísimos años.

En 1869 el gobierno paraguayo declara traidor a la patria a López y confisca todos sus bienes. Esto no es extraño ni tampoco refleja de por sí el ánimo del pueblo en general, pues ese era un gobierno títere impuesto por los vencedores de la guerra, y los ejércitos aliados estaban ocupando Asunción y otros puntos del país. Eso fue obra de los triple aliados, y habría sido sumamente difícil oponerse a alguna disposición de estos mientras sus tropas estaban en el país. Además, los gobiernos de turno tenían que tener cuidado de no molestar mucho a los países vecinos, pues era común que ante la menor molestia, los aliados apoyasen el derrocamiento de un presidente que dejaba de simpatizarles. Reivindicar la figura del máximo enemigo de la Triple Alianza, durante plena ocupación militar de sus fuerzas, claramente habría sido una provocación.

Pero los aliados se marcharon del país unos años después de finalizada la guerra. ¿Se aprovechó la ocasión para rehabilitar la figura del Mariscal López? No. ¿Cuándo se anula el decreto de 1869 que lo declaró traidor? ¡En 1936! Es decir, tuvieron que pasar nada más y nada menos que 67 años para que de ser considerado oficialmente un traidor, se elevara su figura a la categoría de héroe nacional. ¡67 años!

Si hoy en día, en la India el gobierno declarase traidor a la patria a Mahatma Gandhi, ¿cuánto tiempo podría mantenerse vigente ese decreto? Si en Estados Unidos se declarase traidor a la patria a Abraham Lincoln, o en Argentina se hiciese lo mismo con José de San Martín, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que estas figuras volvieran a ser declaradas oficialmente como héroes nacionales? No parece poco razonable suponer que medidas como esas sean imposibles de sostener en esos países por mucho más que un par de días o como mucho un par de semanas, porque los pueblos de esos países, que tienen en altísima consideración y estima el recuerdo de esos hombres, a los que consideran héroes, no tolerarían semejante actitud de parte de sus gobiernos, mucho menos durante un larguísimo período de 67 años.

Si bien el Mariscal Francisco Solano López siempre tuvo su cuota de admiradores y detractores, y este tema aún presenta la posibilidad de ser explorado con mayor profundidad y detenimiento, los datos aquí repasados, junto con otros que no se agregan aquí para no extender demasiado una lectura que pretende ser breve, nos sugieren con fuerza que la figura más celebrada y reivindicada en el Día de los Héroes, no gozaba de mucha popularidad y admiración entre los miembros de la generación que sobrevivió a los horrores de la guerra, sino más bien lo contrario. La admiración pública y el tratamiento de héroe, sería un rasgo nacional que aparecería mucho después, en las generaciones que se empaparon en la más feroz de nuestras guerras mediante poemas, canciones y discursos patrióticos, y no mediante el torrente de sangre que emanó de ella.