Adiós Cartes

Cinco años al fin han pasado, y el gobierno de Horacio ya se ha acabado. Ocasión inmejorable para recorrer el prontuario historial del que hasta hace tan poco fuera nuestro jefe de estado, y dedicarle un adiós.

Adiós al presidente responsable de la quema del Parlamento. Horacio Manuel Cartes  Jara produjo una situación extremadamente tensa, cuando traicionando sus propias promesas, buscó la reelección forzando una enmienda constitucional ilegal, «a lo kachia’i», atropellando la institucionalidad de la Cámara de Senadores. Pero no fue responsable del incendio de la sede de un poder del Estado solo por provocar el conflicto que llevaría a ello, no, hizo mucho más que eso. Cartes permitió, intencionalmente, que los manifestantes entren al edificio del Congreso.

La Policía Nacional está muy bien preparada para operar en esa plaza y defender el Congreso, lo ha hecho en innumerables ocasiones y ante multitudes mucho mayores que el reducido número de manifestantes que allí se congregó en marzo de 2017, y con la única excepción del extraordinario Marzo Paraguayo de 1999, nunca fue superada. Uno puede buscar en las innumerables filmaciones y fotografías de ese día, tanto de canales de televisión, periódicos y ciudadanos de a pie con celulares en mano, el momento en el que la policía fue vencida por los manifestantes. Esa búsqueda está destinada al fracaso, porque ese momento no existió. La policía, que tuvo la situación bajo control en todo momento, se retiró del lugar por orden superior, dio tiempo para que se generen destrozos y desalojó a los manifestantes con facilidad una vez que volvió al lugar. Si Cartes pudo evitar que se queme el Congreso, pero permitió que esto suceda para después cubrir sus propias faltas, desviando la atención con el discurso repetitivo de «miren lo vandálica y criminal que es la oposición, quemó el Congreso», pues entonces Horacio Cartes es tan responsable de la quema del edificio, como si él mismo hubiera encendido la llama.

Adiós al presidente que asaltó la sede del principal partido de oposición y mató a uno de sus jóvenes militantes. Si Horacio Cartes fue inocente en este triste y sangriento episodio, ¿por qué se esmeró tanto en embarrar el esclarecimiento de la verdad? ¿Por qué trataron de proteger a Paredes Palma, el comisario que dirigió el operativo? ¿Por qué la fiscalía, al mando de un Fiscal General subordinado a Cartes, se negó a algo tan razonable y necesario, como solicitar los extractos de llamadas que podían ayudar a esclarecer el caso? ¿Por qué tantas versiones contradictorias de parte del gobierno? Sencillo: porque la Policía Nacional no atropella la sede de uno de los partidos más grandes de la república, sin tener la aprobación del jefe supremo del gobierno, y porque inocencia es la palabra menos adecuada para unirse al nombre de Cartes, cuando se habla de este caso.

Adiós al responsable de la represión más extensa y arbitraria que se haya visto en Asunción en muchísimo tiempo. La policía persiguió con saña, no solo a los manifestantes del 31M, sino a cualquier persona que se encontraba esa noche en las calles del centro histórico asunceno. Cientos de detenidos amontonados en la Agrupación Especializada, un muerto, un diputado con el rostro desfigurado y un joven que vivía en las cercanías con un ojo mutilado por un proyectil de goma, fueron el terrible saldo de la brutalidad policial. También hubo una represión violenta en Ciudad del Este. Semejante violencia y prepotencia de la policía, a esa escala, no sería posible sin la aprobación de su jefe.

¿Se imaginan lo que habría pasado, si durante el gobierno de Lugo la policía dejaba que se incendie el Congreso, luego mataban a un joven colorado dentro de la Junta de Gobierno, y encima el gobierno mentía para tratar de cubrir su responsabilidad? El escándalo alcanzaría proporciones astronómicas y el presidente probablemente habría sido destituido, como máximo en cuestión de días, quizás incluso terminaría preso. Horacio la sacó relativamente barata.

Adiós al candidato que prometió transparencia, para luego convertirse en un presidente al servicio de la impunidad y la corrupción. Es increíble que tanta gente haya comprado el discurso de la transparencia, como también es increíble que aún hoy, si bien la mayoría ya no cree en esto, quedan todavía muchos que sí. Si por transparencia y lucha contra la corrupción, entendemos exponer la mala conducta de servidores públicos y darle su debida sanción, pues entonces, esto no se le puede atribuir al presidente que usó su control sobre la Cámara de Diputados para proteger al clan de Zacarías Irún, evitando la intervención de una Municipalidad de Ciudad del Este que reboza con denuncias de irregularidades. Ni tampoco al líder de un movimiento que puso en sus listas parlamentarias a oscuros personajes, tales como González Daher, Víctor Bogado, Perla de Vázquez, Zacarías Irún, entre otras joyitas de la putrefacta fauna política tradicional.

Cartes

Apoyar a González Daher y después jactarte de legar transparencia. Solo Horacio «Cara de Cemento» Cartes.

 

HC sí contribuyó a dar alguno que otro golpe a algunos bandidos, pero estos no fueron los golpes de un auténtico reformador del Estado, fueron los golpes de un bandido que golpea a otros bandidos para sacar algún provecho. Los golpes de un bandido que saca la torta a quienes se la repartían antes, para tragársela él mismo con sus aliados, como lo muestra la gran cantidad de contratos y concesiones que se otorgaron a empresas vinculadas a su Ministro de Obras Públicas, Jiménez Gaona, a otros socios suyos, e incluso empresas de él mismo.

Un caso muy ilustrativo es el de «UNA no te calles». Muchos no sabrán esto, pero inicialmente Cartes se posicionó, discretamente, a favor del estallido universitario. Sus medios dieron destaque al proceso y se mostraron hostiles hacia el Rector Froilán Peralta, la policía no intervino. Cuando la célebre funcionaria «come papeles» fue detenida por estudiantes que la encontraron secuestrando documentos, el primer fiscal (o era una fiscala, no recuerdo) que llegó al campus, trató de ayudar a la funcionaria, hasta que llegó un fiscal enviado por orden del presidente que se puso duro con la misma. Incluso varias personas me han mencionado una llamada que realizó el presidente a un ex estudiante que se estaba manifestando, alentándolo a seguir adelante y diciéndole «la presidencia está con ustedes».

¿Útil? Sí. Una muestra de lo que podía hacer Cartes con su inmenso poder, cuando se lo proponía. Lamentablemente, este tipo de cosas no eran una política coherente y constante, se daba solo esporádicamente, dependiendo de la coyuntura. En este caso en particular, el ex presidente se sintió motivado por un conflicto con el senador Calé Galaverna que se estaba intensificando, y decidió aprovechar la situación para apoyar un golpe en la UNA, institución en la que Galaverna tenía posados sus tentáculos, a través de su victorioso candidato a rector, Froilán Peralta. Si ese ímpetu para golpear a corruptos fuese un principio aplicado con constancia, y no un arma a sacar solo en duelos con adversarios ocasionales, probablemente se habrían sanado las infecciones estatales como nunca antes, pero no fue así.

Digámosle adiós a quien dijo: «Usen y abusen del Paraguay». Y luego convirtió la frase en política de Estado, al negociar con Argentina con respecto a Yacyretá. Hay muchos puntos que revisar cuando se trata de Yacyretá, en homenaje a la brevedad, aquí consideremos solo el siguiente. El gobierno saliente reconoció una deuda de casi 4 mil millones de dólares, sin contar con documentos que respalden la deuda, asume simplemente con los ojos cerrados, como un acto de fe, que Argentina pide la cifra correcta.

Suponga que usted y un vecino son dueños de un terreno baldío que está frente a su casa. A ambos les parece buena idea construir un edificio de departamentos, su vecino está apurado porque tiene muchos más hijos y necesita espacios nuevos para alojarlos, así que promete poner él la plata, con la condición de que se le devuelva su aporte con la plata del alquiler. Hasta allí todo bien, hasta que su vecino, ya muchos años después de construido el edificio, sigue cobrando la devolución de sus aportes y dice que aún se le debe un millón de dólares, pero lo dice así nomás al aire, en una ronda de tereré.

¿Cómo saber si realmente se le debe toda esa plata al vecino? Quizás se le deba eso, quizás se le deba solo la mitad, o quizás ya se le haya pagado todo lo que se le debía. Usted le dirá al vecino que primero justifique el monto, que presente facturas, que muestre cuánto cobró el arquitecto, cuánto se gastó en ladrillos, cemento, etc. Será algo razonable, porque quizás su vecino se esté haciendo del vivo, o quizás no, y la única manera de estar seguros sobre el tema es revisando esos números. «Nadie es tan tonto como para aceptar estas cosas sin asegurarse», pensará usted. Y usted estará equivocado/a, porque ese terreno se llama río Paraná, ese edificio se llama Entidad Binacional Yacyretá, ese vecino se llama Argentina, y el tonto que reconoce deudas sin documentos, existe y se llama Horacio Cartes. O quizás se hace el tonto, quién sabe.

Entonces la pregunta que deriva de esto es: ¿por qué aceptó el gobierno algo que cualquier vecino con sentido común, no le aceptaría ni a su vecino con el que juega fútbol todos los domingos?

Adiós a uno de los principales responsables, de la broma de mal gusto en la que se convirtió el proceso judicial del caso Curuguaty. Hubo campesinos y campesinas a quienes se les arrebató su libertad sin pruebas. Se usaron como «pruebas», cosas como un cuaderno con nombres que no se presentó en el juicio, porque según la parte acusadora el cuaderno se cayó en un arroyo, un arma que se demostró que había estado en otro lugar el día de la masacre, monedas, kepis, y un montón de otros objetos que nada aportan. El propio fiscal Jalil Rachid, quien tomó las riendas al inicio del caso, dijo que «no se puede determinar quién mató a quién».

Entonces, si no se puede decir «Fulano mató a Mengano», ¿cómo se puede en un tribunal sentenciar a prisión a Fulano por matar a Mengano? Para tratar de resolver esto (pero sin resolverlo en realidad), el fiscal llegó a imputar por intento de homicidio a varios campesinos, cometiendo el absurdo de acusar de INTENTAR MATAR a personas que fueron asesinadas con éxito. Desde el cartismo se pretendió instalar que esto era pura paranoia conspiraticia, y «cosa de zurdos», a pesar de que las críticas al proceso provinieron de sectores muy diversos, desde Naciones Unidas y gobiernos extranjeros, hasta Juan Ernesto Villamayor, el nuevo Ministro del Interior nombrado por Mario Abdo Benítez, y quien sobre el caso dijo en su momento que «la sentencia previa, es una cucaracha». Cartes promovió todo ese circo, y lo sigue haciendo en alguna medida a través de la Fiscal General Sandra Quiñónez, porque le pareció conveniente a sus propios intereses. Esto se hizo aún más evidente cuando premió el pésimo trabajo de Jalil Rachid, nombrándolo como Viceministro de Seguridad Interna.

La contaminación política del caso Curuguaty, a la que contribuyó Cartes (y otros más), no solo perjudicó a los campesinos, también perjudicó a las familias de los policías que murieron, y que hoy no encuentran justicia.

Le diremos adiós al hombre responsable de las que tal vez, sean las mayores operaciones en la historia del contrabando paraguayo. Sus defensores y chupamedias de siempre, nos dicen que en realidad él no tiene nada que ver en el asunto, que los cigarrillos son producidos por su empresa, pero que el contrabando lo hacen otros. «Si alguien contrabandea botellas de Coca Cola, el responsable es el que lleva las botellas, no la Coca Cola Company», algo así sería el argumento de la defensa.

La diferencia sustancial está en que, la Coca Cola es un producto famoso y deseado en todo el mundo, por tener una larguísima trayectoria y haber invertido sumas fastuosas en campañas publicitarias. Pero, ¿cuánta gente conoce las marcas de cigarrillo «Rodeo» y «Eight»? Si marcas de morondanga, en las que no se invierte en publicidad, virtualmente desconocidas mundialmente, se convierten en incesantes cargamentos de contrabando que fluyen en multitud de países, de punta a punta del continente americano, es porque claramente quienes producen estas marcas de cigarrillo han construido una red de contactos con contrabandistas y han promovido su distribución de esta manera. El cartismo ni siquiera se esfuerza mucho en disimular la culpabilidad del patrón, muestra de ello es que cuando se quiso aprobar la «Ley de transparencia de la cadena de suministro de tabaco», para combatir el contrabando de cigarrillos, los parlamentarios cartistas sabotearon el proyecto.

Adiós a uno de los presidentes con antecedentes más sospechosos de las últimas décadas. En una estancia de Cartes, se incautó en marzo del año 2000, unos 343 kilos de marihuana y 20 kilos de cocaína. El hombre estuvo involucrado en un caso en el que se engañaba al Estado para comprarle dólares a precio preferencial, y revender los billetes a un precio mayor en el mercado monetario, caso por el cual estuvo prófugo y llegó a pasar una breve temporada en Tacumbú. Su «hermano del alma» (como lo llamó él mismo), Darío Messer, quien tiene un vínculo muy estrecho con el ex presidente, está prófugo por haber sido acusado de ser uno de los principales organizadores del lavado de dinero del «Lava Jato». Antecedentes que serían sumamente escandalosos en otras partes del mundo, y que aquí fueron digeridos con bastante tranquilidad.

Tampoco deja de ser sospechosa la reacción de Cartes, luego de la muerte del capo mafioso Jorge Rafaat en Pedro Juan Caballero. Inmediatamente dispuso el traslado de Jarvis Pavaõ a la Agrupación Especializada, al parecer muy nervioso, pues llegó a desacatar una orden judicial y a echar a su Ministra de Justicia para realizar el traslado. La excusa fue que descubrieron que Pavaõ tenía una celda VIP en Tacumbú, una excusa absurda, pues la existencia de celdas VIP fue siempre el secreto peor guardado, y el mismo Cartes sabía que éstas existían porque… él había estado en una en 1989.

Adiós a un hombre que careciendo de todo respeto por la institucionalidad y de empatía hacia las necesidades de su pueblo, llegó a amenazar con represalias a diferentes ciudades que cometieran la osadía de elegir a intendentes que no sean colorados. Primero lo hizo con Asunción, diciendo que si Mario Ferreiro ganaba las elecciones, no le atendería ni el teléfono. Llegó a hacer lo mismo en Isla Pucú, donde dijo que convenía elegir a un intendente colorado porque «el Ejecutivo escucha muy pocos pedidos cuando el intendente no es colorado». Horacio es de esos que creen que la cosa pública le pertenece a la autoridad del momento, que asignar recursos públicos en beneficio de una persona o comunidad, es un favor personal del líder, favor que tiene que pagarse con ciega y fanática lealtad. Horacio no tiene idea de lo que es una república, fantasea con ser rey, que el patrimonio público sea solo suyo, que la lealtad al Estado sea sustituida por lealtad a su persona, que las normas sean sustituidas por sus caprichos. Su fantasía atenta contra el ideal, todavía lejano pero anhelado por tantos, de que en Paraguay, la única reina sea la ley.

Adiós a un líder bruto, vulgar y lleno de odio, que puso en evidencia la sequía intelectual y moral que lo marchita, con frases lamentables como:

  • «Y qué queres que haga con el muerto?»
  • «Me voy a pegar un tiro en las bolas» (si su hijo fuese gay)
  • «Usen y abusen del Paraguay»
  • «Qué tenés con Alfredo Stroessner? Te sacó la novia?»
  • «Hay varios modelos de yacarés que tenemos»
  •  «Balines de goma!»

 

Adiós, adiós, adiós, Horacio, adiós. Triste es tu legado para la historia. En cien años -y probablemente mucho antes-, nadie recordará que construiste un viaducto o alguna nueva avenida, se te recordará solamente por haber sido aquel presidente al que se le quemó el Congreso, y cuya policía mató al mártir Rodrigo Quintana dentro del local del PLRA.

Nos despedimos con la aclaratoria de que esto no es un hasta pronto, es un adiós. Ya no vuelvas a requerir la atención pública, a no ser que como triunfo de la justicia terrenal, sea para presentar tu declaración ante un juez.

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