El síndrome del contrera

Hay una infección que se está propagando en nuestra tierra. No nos referimos al chikunguña, el dengue, el zika o a pestes similares. No, esta es una infección muy particular, pues no infecta células ni genera los síntomas habituales. Este es un flagelo actitudinal, infecta el carácter de sus víctimas, las obliga a oponerse constantemente a la mayoría, hace que lo popular les provoque picazón.

Los científicos aún no le han puesto nombre a este mal, y mientras no lo hagan, lo bautizaremos con el nombre provisorio de síndrome del contrera. ¿Lo tenés vos? ¿Lo tiene algún conocido? Para saberlo hay que fijarse en los síntomas más comunes, que a continuación se presentan.

El contrera siente una tentación irresistible de quejarse, cuando ve que ocurre una tragedia en Francia y todo el mundo se pone la bandera francesa como foto de perfil. Automáticamente cambia su foto de perfil por una imagen de la bandera de Siria, y te reprocha que no le hayas prestado más atención a tal bombardeo en Damasco o a tal ataque en una provincia siria, que ni él conocía hasta que se puso a googlear  1 minuto antes (solo para hacerte la contra).

Al contrera no le importa el hecho de que al año mueran en el mundo cerca de 60 millones de personas -mueren más personas en un día que en toda la Guerra del Chaco-, lo que hace humanamente imposible brindar la misma atención y la misma inversión emocional a todas las muertes. Tampoco le importa que él mismo caiga en lo mismo que critica, él (o ella) también le presta más atención a algunos conflictos que a otros, se puso la bandera de Siria pero no la de Nigeria o Sudán, países en los que también hay guerras civiles. Se lo vio repitiendo una y otra vez «¡golpe! ¡golpe! ¡golpistas!», cuando se sacó de la presidencia a Dilma Rousseff en Brasil, pero no se lo vio comentando ni siquiera una frase cuando los militares hicieron un golpe de estado en Tailandia.

De hecho, ni siquiera le importa mucho Siria, un país que más que nada le importa por su utilidad como excusa para criticar a los demás, cuando expresan solidaridad o pena ante las tragedias de otros países. Una muestra clara de ello es lo que pasó cuando salió a la luz la foto de Alan Kurdi, el niño sirio que apareció ahogado en la costa de Turquía. Todo el mundo quedó conmovido por esa imagen impactante, todo el mundo compartía noticias relacionadas al caso, y uno pensaría que el contrera estaría ahora un poco más satisfecho, sabiendo que por fin se le prestó una buena dosis de atención al drama sirio, que él desde hace tanto tiempo nos venía diciendo requería más atención. ¡Pero por supuesto que no! Como hablar de Siria y lamentar la muerte de aquel niño se volvió la tendencia mundial de la semana, el síndrome que controla la voluntad del contrera, lo obligó a ir en sentido contrario y criticar a los que centraban su atención en Siria, diciendo cosas como: «¡ah, recién ahora se preocupan por Siria! ¡Solo porque está de moda! ¡Claro!».

El contrera critica a la masa juvenil por su apatía, por vivir en la pavada, aislados de la realidad social en su burbuja de clase media. Pero cuando miles de jóvenes de clase media salen de su zona de comodidad, para anotarse como voluntarios de Un techo para mi país, dedicar parte de su tiempo y de sus recursos a una causa social noble y conocer de primera mano, la realidad de los estratos más pobres de la población, el contrera lejos de celebrar ese gesto de compromiso ciudadano, automáticamente empieza a burlarse de los voluntarios con comentarios despectivos como «UN CHETO PARA MI PAÍS».

Si el contrera se queja de que los jóvenes «chetos» no se involucran en los problemas sociales de su país, ¿por qué también se queja cuando se involucran? Este comportamiento puede dar la impresión de que el contrera no tiene claro su objetivo, pero en realidad sí lo tiene y lo sigue fielmente. Debe entenderse que el contrera es sacerdote de una religión cuyo primer mandamiento dice, «condenarás todo aquello que goce de protagonismo mediático».

Se nota un comportamiento similar en quienes padecen este síndrome, cuando tiene lugar la maratón televisiva de Teletón. Recurren a todo tipo de malabarismos argumentativos para criticar a Teletón sin revelar el verdadero motivo por el cual lanzan sus ataques. Se quejan por ejemplo, diciendo que Teletón hace un trabajo que le corresponde al estado, como si ese fuese un motivo de queja válido. Sí, le corresponde al estado pero el mismo es incapaz de cubrir apropiadamente las necesidades de toda la población con discapacidad, por lo que Teletón se suma para cubrir el déficit que deja el estado en este asunto.

Pero nuevamente, al contrera esto no le importa, como tampoco le importa que los bomberos voluntarios hagan básicamente lo mismo, en el sentido de que auxiliar a la gente que es víctima de un incendio o de algún accidente, es también una responsabilidad del estado, pero como los bomberos de la policía no dan abasto para cubrir las necesidades del país, los voluntarios entran a cubrir las carencias del estado. A pesar de que esta mala crítica podría usarse en ambos casos, nunca vomita su toxicidad sobre los bomberos -por suerte-, solo sobre Teletón. ¿Por qué? Sencillo. Porque Teletón tiene cámaras, personas famosas, masiva presencia en redes sociales, publicidad, en fin, todos los ingredientes que hacen que el bichito del contrerismo, le pique al afectado en el fondo de las tripas mientras le grita, «¡CHU CHU! ¡ATACA! ¡ATACA!». No hay que despotricar contra la ONG desconocida que abrió un congresista para tragar plata, hay que hacerlo contra la ONG útil pero famosa, de la que sus publicaciones son compartidas por tus contactos en Facebook y en Twitter.

Incluso llega al extremo de inventar calumnias terribles, como que en Teletón solo reciben a familias «chetas», ignorando que en realidad la mayoría de los usuarios de la fundación proviene de familias de escasos recursos, o acusan sin la menor prueba a la organización de robarse la plata. No le pesa ni en lo más mínimo en la conciencia, que el veneno de sus calumnias tenga el potencial de perjudicar a una causa que beneficia a miles de niños y adolescentes a lo largo y ancho del país. El norte de su brújula moral es hacer la contra a la mayoría, todo lo demás es secundario.

Popular

El imán del desprecio del contrera: mucha gente disfrutando de algo aparentemente popular.

El contrera se detiene a observar los frutos de sus propios méritos, y sus ojos no ven más que un desierto. Su vida es un jardín que no recibe sol y cuyas hojas se marchitan en un invierno permanente, e incapaz de regarlo con ideas y virtudes propias que lo hagan reverdecer, se esfuerza en sabotear todo lo que germine en suelo ajeno. No puede elevarse a las alturas en las que ve a los demás, por lo que intenta rebajarlos hasta donde está él.

Uno de sus métodos favoritos es el de despreciar los gustos ajenos. Encuentra su oportunidad en casos como el de Pokémon Go. Apenas detecta que el juego se vuelve popular y ya empieza a fabricar su arsenal de excusas, para tratar de idiotas a quienes lo juegan.

Dirá que es un juego de idiotas porque a diferencia de los juegos de antes, no requiere de ninguna destreza especial para jugarlo, a pesar de que él antes jugaba ring raje, un juego que no requiere de otra «habilidad», que la de presionar el timbre de la casa de una abuelita que duerme la siesta y trasladarse hasta otro rincón de la cuadra. Criticará el juego argumentando que fomenta la inseguridad al obligar a sus usuarios a salir a las calles peligrosas, nada dirá contra los ciclistas, porque claro, andar en bicicleta en la calle ya no llama la atención, y algo que no llama la atención no vale la pena el esfuerzo. Ponerse en modo criticón con el fenómeno mundial del momento, la moda de la que todos hablan y sale en todos los medios, ese sí es un blanco digno de un contrera. También acusará a los cazadores de pokémones de estúpidos, por usar una aplicación que permite a sus creadores conseguir algo de información personal sobre ellos. Claro que no le molesta hacer esa acusación a través de su cuenta de Facebook, un sitio que recoge muchísima más información personal que Pokémon Go. Nada de esto es un inconveniente, no se requiere de coherencia cuando el único propósito de la crítica es hacerle la contra a millones de personas al mismo tiempo.

Las teorías de conspiración son por lo general una adicción característica del contrera. No es que nunca hayan existido conspiraciones, por supuesto que las hay en ocasiones, pero el contrera se las cree todas. Las innumerables evidencias que prueban que el hombre fue a la luna, que las pirámides fueron construidas por egipcios, y que el Vicepresidente Luis María Argaña fue asesinado a balazos, valen para él menos de lo que vale un peine para un pelado. Él está seguro de que el alunizaje del Apolo 11 fue un montaje, que las pirámides las construyeron los extraterrestres y que Argaña ya estaba muerto antes de que le disparen, y para demostrarlo recurrirá a mil alegatos falaces que ya fueron refutados una y otra vez.

Muchas cosas le amargan el día, pero al menos tiene el consuelo de creer que forma parte del selecto grupo de iluminados que descubrieron las grandes verdades del mundo, en sitios web alternativos donde algún anónimo explica (inventa) con lujo de detalles cómo funciona la Matrix. No es un burro que cree las mismas burradas que las masas.

Aunque aquí todavía queda mucho terreno a ser explorado por psicólogos, sociólogos y profesionales de otros campos de la ciencia, ya se han ensayado algunas explicaciones sobre por qué los contreras operan de esta manera. En este artículo de The Guardian (en inglés), se menciona entre otras cosas, que este comportamiento puede obedecer al anhelo de identificarse con un grupo. Pues así como los gustos y modas pueden ayudar a unir a grupos de personas, la crítica a ciertos gustos y las «antimodas» también pueden hacerlo. También hace mención a que podría tratarse de una forma de reforzar la propia autoestima, al tratar de proyectar una imagen de superioridad frente a la mayoría que cree en cosas bobas, hace cosas bobas, y es en definitiva, boba.Contreras Pictoline

Infografía de Pictoline que ilustra las explicaciones

sobre la conducta contrera expuestas en The Guardian.

Valga hacer una aclaración. Todo esto no quiere decir que sos un contrera si no te gusta Pokémon Go, o que no sea bueno o incluso necesario nadar contra la corriente de vez en cuando. Contrera no es aquel que tiene alguna que otra preferencia u opinión que casualmente no coincida con la de la mayoría; sino es aquel que a propósito adquiere una preferencia u opinión PORQUE es opuesta a la de la mayoría. Adherirse a una postura minoritaria, de por sí no es razón para alarmarse, ahora, si se nota que alguien manifiesta todos o al menos muchos de los síntomas antes mencionados, si el individuo en cuestión parece tener un impulso patológico que lo arrastra a criticar sí o sí, cualquier cosa que tenga mucha difusión mediática y sea apoyada por mucha gente, entonces he ahí una señal de alerta.

La forma de ser de los que tienen el síndrome del contrera puede ser irritante, aún así, tratemos de no ser severos con ellos. Después de todo, ellos ni siquiera saben que están afectados por el síndrome y es un efecto que la naturaleza ha impuesto sobre ellos, por lo que castigarlos por ello, sería similar a reprocharle por tener mocos a alguien que tenga un resfriado.

Mejor, seamos solidarios con ellos y tratemos de ayudarlos a aliviar los síntomas del mal que los aqueja. Por el momento no hay un método clínicamente comprobado para lograr esto, pero podríamos probar hacerlo, mostrándole a cada contrera, una moda tan de moda, que logre absorber todo el odio antimoda producido por el síndrome del contrera. ¿Cuál podría ser? Hay una que podría lograrlo, y los contreras la van a encontrar si simplemente les revelamos algo que cada día se vuelve más obvio: que está de moda, estar contra la moda.