Las contradicciones que produce Fidel

En sus largos 90 años de vida, Fidel Castro hizo muchas cosas. Una de ellas, y cuyo resultado se vio de manera clara y reiterada tras su muerte el pasado viernes, fue el haber arrastrado a una multitud de personas a caer en profundas contradicciones, mutilando violentamente su coherencia.

En la multitud de contradictorios, podemos ver a muchos que cada 3 de noviembre reprochan a los nostálgicos stronistas el festejo por la «fecha feliz», en la que se conmemora el nacimiento de nuestro último dictador. Les gusta llevar encima el título de demócratas, y en numerosas marchas y manifestaciones gritan con entusiasmo: ¡DICTADURA NUNCA MÁS! ¡DICTADURA NUNCA MÁS!

Sin embargo, no tienen ni el menor de los problemas en reivindicar la dictadura más larga en la historia de América (57 años y seguimos contando), en celebrar un régimen que durante más de medio siglo negó al pueblo cubano el derecho a elegir a sus propios líderes y le privó de las libertades civiles más básicas.

En esa multitud están los que se muestran preocupados cuando se vulneran derechos, los que asisten a marchas a favor de los Derechos Humanos, pero que en esas mismas marchas se ponen a cantar «Comandante Che Guevara». Entre tantas exhibiciones de incoherencia que hay en el mundo, merece un destaque especial el cantar en una marcha de Derechos Humanos, un homenaje a quien dijo nada más y nada menos, sin una pizca de vergüenza o remordimiento: «hemos fusilado, fusilamos, y seguiremos fusilando».

Hay gays que publicaron homenajes a Fidel en sus muros de Facebook. Se escandalizan cada vez que se enteran de algún caso de discriminación a gays en algún shopping o local comercial, les parece cosa muy fea (y a mí también) que expulsen de un local a alguien por su orientación sexual. Lamentablemente no les parece tan grave que Castro, al igual que Stroessner, haya perseguido con fiereza a la población LGBT, no expulsándolos de un shopping, sino de su país; no los sacó de un patio de comidas, los sacó de sus hogares para apresarlos y llevarlos a campos de trabajos forzados.

Castro dijo una vez: «No podemos llegar a creer que un homosexual pudiera reunir las condiciones y los requisitos de conducta que nos permitirían considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista. Una desviación de esta naturaleza está en contradicción con el concepto que tenemos sobre lo que debe ser un militante comunista».

Solo por citar una de sus tantas frases homofóbicas. Nada de esto parece importar, el gay castrista igual seguirá escrachando al guardia homofóbico del Shopping Villamorra, mientras enaltece la figura del homofóbico comandante cubano.

En la lista de personas a las que Fidel ha infectado con el virus de la contradicción, están los que piden que no caigamos en análisis simples, que revisemos con detenimiento el contexto, que profundicemos la discusión, que esto y aquello. Pero que cuando se ven desbordados ante la montaña de evidencias de crímenes y fracasos de la dictadura castrista, tratan de escudarse con el tremendo recurso’i de «sí pero los yanquis también hicieron… [inserte aquí alguna cosa fea que haya hecho Estados Unidos]», o sino «¿y acá acaso los colorados no… [inserte ejemplo de bandidaje colorado]». Me hace acordar a mis primeros días en la escuela:

Profesora: ¡Fulanito! ¿Por qué hiciste tal cosa?

Fulanito: ¡Peeeeero menganito tambiéeeeen hizooooo! (llorando)

Está al mismo nivel que eso, es una discusión de preescolar. Vaya y pase cuando el argumento es usado por niños de 5-6 años, pero cuesta disculpar semejante pobreza argumentativa en adultos, más aún cuando el argumento es usado por un estado, por referentes políticos, periodistas, etc.

En estos días vi a muchos contactos míos de la facultad, sumarse a la oleada de homenajes y discursos en defensa del dictador caribeño. Los vi perder la cabeza más de una vez cuando la policía pisó suelo universitario. Aún si los policías eran apenas tres, si venían solo unos minutos para poder decir que no les dejaron en bola a las autoridades de la universidad que les llamaron para que vengan, si aparecían para tocar tambo y ya se iban enseguida, aún así la reacción era implacable.  Rodeaban la patrullera, gritaban, invocaban apasionadamente la autonomía universitaria y señalaban la presencia policial como una muestra de brutal autoritarismo.

Esa es la postura ante unos pocos policías en una universidad paraguaya, la postura cuando se mira a Cuba es diferente. En Cuba no se mandan patrulleras a la universidad en raras ocasiones, no, allá el ejército tiene tropas desplegadas en los predios universitarios, con armas largas, PERMANENTEMENTE. Yo pensaba que estos contactos, como yo, estaban en contra de las armas en un templo del conocimiento, que estaban en contra de meter en la universidad al aparato represivo. Me apenó enterarme de que no estaban en contra de nada de eso. En realidad están solo en contra de que eso lo haga el otro equipo, si lo hace algún represor que cuente con su simpatía, está permitido tolerarlo e incluso aplaudirlo.

También vi a militantes del PMAS aportando su cuota de elogios a Fidel. Así es, del PMAS, ese partido cuya primera campaña ruidosa y exitosa fue aquella de «Que viajen ellos», con la que le pegaban a Nicanor tras el éxodo de miles y miles de compatriotas a España. Se produce una sobredosis de caradurez cuando se critica a los colorados por no crear las condiciones necesarias para que tantos paraguayos puedan prosperar en su tierra, sin verse forzados a migrar a otro país, mientras al mismo tiempo se aplaude con excitación a un régimen, que ha moldeado una sociedad de la que millones de cubanos han escapado, arriesgando incluso la vida con tal de salir de ahí.

Y he ahí una de las grandes patas flojas del discurso floreado sobre la Cuba de Castro. Millones de personas no abandonan el lugar en el que crecieron, no abandonan a sus seres queridos, no se arriesgan a sufrir una muerte horrible en el mar al cruzarlo en precarias balsas, para escapar de un paraíso. La gente no escapa de paraísos, eso es un infierno.

Hay también gente que se queja del trato inhumano a los presos del caso Curuguaty, y hasta ahí todo muy bien. Lo curioso es que esa misma gente aplaude al régimen que dejó morir de hambre al albañil Orlando Zapata y a otros presos políticos.

Abundan entre nosotros las criticas a la corrupción y a la narcopolítica. Lástima que ese mismo espíritu critico no se extienda a las múltiples denuncias de corrupción que derivan de una cúpula gubernamental corrupta en la isla de los Castro, y a los comprobados vínculos con el narcotráfico en las filas del Partido Comunista Cubano.

Las víctimas de la contradicción nos dicen que la pobreza es uno de los principales males que pesan sobre el mundo -tienen razón-, irónicamente su ejemplo a seguir es el de una sociedad en la que un medio informativo afín al gobierno, se jactaba en 2014 de que el salario medio mensual subió a 23 dólares. ¡A 23 dólares! Estamos hablando de alrededor de 130 mil guaraníes al mes.

Los gancheros de Cateura, los limpiavidrios y los carretilleros del Mercado 4 ganan más que eso. Es decir, se aplaude el «éxito» de un país en el que un ingeniero gana menos de lo que ganan los sectores más miserables de Paraguay. Y estamos siendo generosos con la comparación, ya que hablamos de Paraguay, una de las sociedades más fracasadas del continente en lo económico y lo social, ni hablar de otros países que hicieron mejor los deberes.

Pero bueno, todo esto se supone está justificado, porque en Cuba hay un alto grado de alfabetización, y los cubanos podrán leer toda la propaganda que les tiran encima el partido y el ejército. Todo está justificado -nos dicen- porque en Cuba la gente tiene las vacunas al día, lo que les permite alcanzar una esperanza de vida que ya fue superada por muchos otros países (incluidos países latinoamericanos), y vivir en promedio unos 79 años de miseria.

Todo esto mal tapado con la excusa del mal llamado «bloqueo» estadounidense, que en realidad es un embargo (cosa diferente). Que sí, claro que existe, y claro que no es una política de la cual EE.UU. pueda estar orgulloso. Pero el embargo solo le quita a Cuba la posibilidad de comprarle y venderle cosas a un solo país, de los más de 200 que hay en el mundo. A la par de las desventajas del embargo, Cuba contó con la ventaja del amplio apoyo de la Unión Soviética que durante décadas le compró su producción a precios preferenciales, le cedió amplios recursos, le transfirió tecnología, etc. Fue lo que consiguió esta revolución anti imperialista en el juego de la Guerra Fría, al apostar por una potencia imperialista en vez de otra. Y luego de la Unión Soviética entró en escena la Venezuela chavista, que derramó generosamente una catarata de petróleo sobre Cuba a precio regalado.

Aún así, al gobierno que según los contradictorios es EL ejemplo a seguir, no le dio el cuero para construir una economía sólida. ¿No es irónico que una revolución que nació proclamando la necesidad de liberarse del imperialismo y el capitalismo, ponga como excusa de todos sus fracasos, el hecho de que el gran imperio capitalista no quiere ser su cliente comercial?

Basta de contradicciones. ¿Cuál es la necesidad de empeñarse en defender la dictadura instaurada por Fidel Castro? ¿Cuál es el atractivo? ¿La alfabetización? ¿La medicina preventiva con cobertura universal? Yo también quiero eso, de hecho la inmensa mayoría de la gente, más allá de colores y creencias, está de acuerdo en que hay que aspirar a una buena cobertura de salud y a llevar a las masas a las escuelas. Pero no hay necesidad de asociar esas necesarias y sanas reivindicaciones, con proyectos despóticos que tienen tanta sangre y sufrimiento en las manos.

Son muchos los países que han alcanzado elevados niveles de desarrollo e importantes logros en salud y educación. Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, etc. ¿Qué? ¿Son ejemplos muy lejanos? Pues los hay también otros, más cercanos geográfica y culturalmente. Uruguay está mejor posicionado que Cuba en el Índice de Desarrollo Humano, y lo logra sin fusilamientos, sin exiliados, sin matar la opinión pública y la libertad de expresión, sin una dictadura encima. Lo mismo Panamá, Chile, etc.

Quien critica a Stroessner pero no a Castro (o viceversa), no está en contra de la tiranía, está solamente en contra de que existan tiranos que no sean de su equipo. Nuestro canto de libertad sale desafinado cuando condenamos a un opresor mientras reivindicamos a otro.

El fan de Fidel y el fan de Stroessner tendrán muchas diferencias entre sí, pero tienen algo en común. Ambos creen que en la carrera hacia el progreso y la prosperidad, necesariamente se debe renunciar a una cosa esencial para conseguir otra. Renunciemos a la libertad para tener pan, o salud. Renunciemos a los derechos humanos para que se construyan hidroeléctricas y rutas. Renunciemos a la democracia con tal de tener seguridad.

¡No! Renunciemos a nada. Pan y libertad, derechos y obras materiales, democracia y seguridad, todo junto y al mismo tiempo. Si aspiramos a honrar el potencial de este conjunto inmenso de voluntades al que llamamos humanidad, si pretendemos que las más caras esperanzas de miles de millones de personas que en el fondo anhelan lo mismo para sí mismos y sus seres queridos encuentren respuesta, no renunciemos a nada, más que a la idea torcida de que el destino de la humanidad es una eterna elección entre un mal y otro.

Dejemos de darle tanta importancia a si es mejor que un déspota nos pise la cabeza con la bota izquierda o la bota derecha, que a nuestra cabeza le da igual. Pongámonos de acuerdo mejor, en la importancia de que de una buena vez, nos dejen de pisar.