La imposición de la ideología de género

Tengamos cuidado. La sociedad está amenazada por una ideología de género, que se nos quiere imponer a la fuerza. Al menos esto es lo que nos dicen, cada vez con mayor frecuencia, ciertas personas y organizaciones que se muestran muy preocupadas y hacen sonar la alarma. ¿Tienen razón?

Para responder esta pregunta, hay que ir a lo básico: ¿qué es una ideología de género? Podríamos preguntar quiénes simpatizan con esta ideología, y pedirles a los que levanten la mano que nos lo expliquen. El problema es que nadie se identifica con esa expresión, mucha gente dirá que es liberal, izquierdista, derechista, nacionalista, etc., pero nadie dice «mi ideología es la ideología de género». Porque la expresión «ideología de género», no fue creada por personas que querían ponerle un nombre a sus ideas, sino por personas que querían combinar dos palabras a la cuales se nos alienta a tenerles fobia, «ideología» y «género», para llamar de manera despectiva a las ideas de otras personas.

Entonces, como no existen «género-ideologistas» (o como se llamen) a quienes acudir, tendremos que desglosar la expresión «ideología de género» para poder explicarla. Ideología es, dicho de manera rápida y sencilla, el conjunto de ideas que se tiene sobre cómo deben ser las cosas. El género, «se refiere a los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres» (definición de la OMS). Entonces, si tenemos en cuenta la definición de estas dos palabras y nos ponemos estrictos con el uso del lenguaje, una «ideología de género», vendría a ser el conjunto de ideas que se tiene sobre cómo debe ser y cómo debe comportarse cada género.

Ahora que ya tenemos más claro lo que es una ideología de género, procedamos a responder nuestra pregunta original. ¿Tienen razón los que denuncian que hay una ideología de género y que nos la quieren imponer? Sí, tienen razón, hay un conjunto de ideas sobre cómo deben ser y comportarse los géneros, y nos lo quieren imponer.

Esta ideología de género, pretende imponer al individuo cómo tener su propio cabello, según su género. Si el individuo es de género masculino, su cabello debe ser corto.. Ir en contra de esta norma, implica que el individuo en cuestión es afeminado, maricón, o algo por el estilo. Fue esta ideología de género, la que estuvo detrás de que la selección argentina perdiera gran parte de su poder en la cancha en los 90’s, cuando su Director Técnico, Daniel Passarella, totalmente ideologizado y determinado a no trabajar con jugadores homosexuales o con el pelo largo, dejó fuera de la selección al «Pájaro» Caniggia, una de las máximas figuras futboleras de su país en esa década, y a Daniel Redondo, considerado uno de los mejores de la historia argentina en su posición (casaca número 5), por negarse a cortarse el pelo. Batistuta, quien también tenía el pelo largo, se salvó de la purga, porque de mala gana aceptó pasar por la peluquería.

Este precepto ideológico no se limitó solo a la Argentina y a su selección. Las dictaduras militares de gran parte de América Latina se pusieron al servicio de esta ideología de género, y para imponerla, la policía detenía a los hombres con cabello largo y los rapaba de manera humillante. Los militares chilenos, tras el golpe de estado de 1973, también cortaban los pantalones a las mujeres, porque las mujeres no debían usar pantalones. Incluso un par de décadas después de caída la dictadura, los estudiantes varones tenían que seguir lidiando con la hostilidad de profesores y directores que no los querían dejar entrar a clase con el pelo largo, o con piercings. Para las mujeres, según esta ideología, la regla se aplica a la inversa. Deben tener el pelo largo y usar aros en las orejas. Una mujer con pelo corto es una «marimacho» o una lesbiana, cosa que debe evitarse.

Cuando inicié mi vida escolar, nos dieron una hoja con los nombres de todos los compañeros, sus padres y sus respectivas profesiones. Al mirar la casilla de «Profesión», al lado del nombre de cada papá se leían cosas como: Funcionario bancario, Comerciante, Economista, Abogado, Médico, de nuevo Comerciante, Ingeniero, y similares. Al mirar la misma casilla, al lado de los nombres de las mamás se leía: Ama de casa, Ama de casa, Docente, Ama de Casa, Ama de Casa, Médica, Ama de Casa, Ama de Casa… y así.

¿Cómo se explica que los papás de mis compañeros tenían semejante diversidad de profesiones y ninguno era «Amo de casa», mientras era común que sus mamás sean amas de casa? La ideología de género lo hizo de nuevo, alentando a las mujeres a quedarse en la casa a cuidar a los hijos, y haciendo creer a los hombres que quedarse en la casa para hacer lo mismo, significaba ser un mantenido, un arruinado, mal esposo y seguramente dominado por su señora.

Un hombre puede explorar su sexualidad hasta los límites más lejanos de la promiscuidad. Un hombre puede andar detrás de una mujer, y de otra, y otra, y otra. No importa tanto si es en simultáneo, tampoco importa demasiado si tiene novia o esposa, incluso puede jactarse de sus hazañas en grupos de Whatsapp (si adjunta fotos serán bienvenidas). Los amigos lo recibirán con aplausos. Quizás algunos consideren que esa actitud es imprudente o injusta con su pareja, pero callarán sus objeciones, porque la ideología de género estipula en uno de sus mandamientos sagrados: «Un hombre con muchas mujeres es un gallo, un Don Juan, Casanova, y como tal será homenajeado por sus congéneres, porque así dice Ideología de Género, Señora de las buenas costumbres». Reprochar a alguien por tan solo cumplir este mandamiento, es ser mal amigo, y de paso maricón.

Para las mujeres, una vez más, la cosa es al revés. Las infidelidades deben ser perdonadas, para eso la ideología de género que domina nuestra sociedad, les provee con un amplio menú de excusas, como por ejemplo «es que los hombres son así nomás luego», o el clásico «la otra será la capilla, pero yo soy la catedral».

Que no se les ocurra tener mucho levante, esa práctica las convertiría automáticamente en bandidas, putas, o algún otro calificativo despectivo, que sirva para condenar en ellas lo que se celebra en el varón. La sexualidad de la mujer debe ser juzgada con severidad, por eso hay que controlar constantemente cómo se visten. Por eso no suele verse que una ex novia vengativa publique un video porno con su ex (¿para qué, si él queda como gallo?), pero los ex novios crueles sí divulgan con frecuencia los videos con sus ex novias, castigo que puede significar una humillación equivalente a su muerte social.

Por eso un varón apenas es mayor de edad, o incluso siendo menor, ya goza de bastante libertad para ir de acá para allá, con quien quiera y a la hora que quiera. Mientras que para muchas mujeres que ya están en sus 20’s, es común ser mantenidas en una especie de infancia prolongada, teniendo que pedir permiso para salir, o someterse a largos interrogatorios en los que debe proveer con lujo de detalle información como: con quién va a salir, a dónde van a ir, qué van a hacer, con quiénes van a estar, a qué hora van a volver. Si la hora anunciada no satisface a los padres, tiene que negociar un horario de retorno más temprano, como también tiene que atender el teléfono cuando le llaman en medio de la noche para apurarle.

Hay trabajos que son para hombres y trabajos que son para mujeres. No está escrito en ninguna ley del Estado, pero sí figura implícitamente en la doctrina de esta ideología de género. Por ejemplo, los plomeros, electricistas, albañiles y chóferes, tienen que ser hombres. Podrán haber unas pocas y llamativas excepciones de parte de algunas atrevidas, pero en general esta regla se respeta. Por otro lado, pedicuras, estilistas, niñeras, empleadas domésticas, costureras, maestras parvularias, y varios otros oficios, están reservados para las mujeres. También existen excepciones de algunos hombres que desafían esta regla de la ideología de género, pero son una minoría muy pequeña, y para asegurar que esa minoría no crezca, hay un rico arsenal de burlas, insultos, malas miradas y acusaciones de afeminado y homosexual para disuadirlos.

Esta ideología de género decreta que un hombre puede ser apto para dar misa, y una mujer no. Apto para oír los pecados e interceder para que estos sean perdonados, y una mujer no. Apto para bendecir hostias, aunque una mujer no. Apto para bautizar niños, y una mujer no (aunque desde hace poco sí, en casos excepcionales). Un hombre también puede unir parejas en sagrado matrimonio, una mujer no (también solo en casos excepcionales). Un hombre puede ser sacerdote, una mujer no. Un hombre puede ser obispo, una mujer no. Un hombre puede convertirse en el máximo líder de la Iglesia, una mujer no. Todo esto a pesar de que la Iglesia cuenta con más mujeres dispuestas a dejarlo todo por su fe, que hombres, pues hay más monjas que sacerdotes.

Por otro capricho de esta ideología de género, también se impuso a nuestras abuelas la obligación de ir a misa con el cabello cubierto, pues exhibir el cabello equivalía a una supuesta ofensa de su parte, mientras que nuestros abuelos podían ir con la cabeza descubierta.

También hay colores para hombres y colores para mujeres. Se tolera que una mujer se vista de rosado, más que tolerado, está bien visto. La ideología de género vistió de rosa a las princesas de Disney, a las muñecas Barbie y a las bebés recién nacidas. Un niño pequeño que quiera usar rosado, podría recibir una dura advertencia verbal (en algunos casos extremos también física) de parte de su padre. Un adolescente, probablemente bullying en el colegio. Un adulto, mínimamente algunas bromas relativas a su orientación sexual. Esta, al igual que todas las reglas impuestas citadas previamente, no tiene ningún fundamento en la naturaleza -los flamencos rosados también son machos- ni tampoco en la razón. Pero esta ideología de género puede prescindir de ello, pues cuenta con otro elemento a su favor, la costumbre, aquella formidable fuerza que nos empuja a asumir que si algo fue de tal manera por mucho tiempo, deberá permanecer igual para siempre.

Yo sé cómo se siente tener una pareja y abrazarla en el parque, mientras un señor que está de paso nos hace el amable comentario de que tenemos que ir más a menudo, porque las parejas jóvenes le dan alegría al parque. Caminar con ella de la mano, presentarla a mi familia y que la adopten como una más de los nuestros, subir fotos juntos en redes sociales, etc. Sé lo que se siente que al hacer este tipo de cosas, ella y yo recibamos comentarios positivos, sonrisas de suegras, invitaciones para dos a casamientos y otros eventos sociales. Si alguna vez decido casarme, el Estado reconocerá nuestra unión y nos dará ciertos derechos conyugales. La mayoría de quienes leen estas palabras, también conocerán cómo se siente todo esto, y también pueden gozar de los mismos derechos.

Sin embargo, una parte de nuestros compatriotas, entre ellos probablemente parientes, amigos y conocidos nuestros, no saben cómo se siente todo eso, ni tendrán estos derechos. Son gays y lesbianas, y la ideología que dicta cómo deben comportarse, los convierte en ciudadanos de segunda categoría, y los ciudadanos de segunda tienen que esconderse. Violar esta regla tiene diferentes sanciones. Ser señalados como «abominación», ser expulsados de sus hogares por sus propias familias, perder un trabajo, ser mirados como algo raro o despreciable, recibir burlas, maltratos o golpizas. En el caso de las lesbianas, a veces se agrega la sanción de una violación «para corregirle». No pueden entrar a ciertos bares, ciertas discotecas, ciertos shoppings, y a una numerosa lista de lugares.

El estigma social es tan fuerte, que podemos tener delincuentes heterosexuales en el cargo de Presidente de la República, pero un gay, sin importar lo honesto, ético y talentoso que pueda ser, tiene que renunciar a hacer carrera política (a no ser que disimule su orientación sexual). Ser ladrón, mentiroso y perpetuador de la miseria de nuestro pueblo, son gajes del oficio. Ser gay es incompatible con cualquier elevado cargo político. Lamentar esta situación y simpatizar con la idea de que la orientación sexual no debe ser motivo de discriminación, hace que un heterosexual deba afrontar una buena dosis de hostilidad, y los infaltables cuestionamientos sobre la autenticidad de su heterosexualidad.

Esta ideología de género es un obstáculo para la libertad y el bienestar de millones de personas, pero no es un obstáculo insuperable. El conjunto de reglas absurdas y dañinas que se nos ha impuesto a lo largo de toda la vida, y que son muchas más de las que hemos citado, van perdiendo fuerza. Cada vez importa menos cómo tienen el cabello hombres y mujeres, cada vez importa menos el color de nuestra ropa. Crece el número de hombres que se enlistan en profesiones tradicionalmente femeninas, crece el número de mujeres que trabajan en profesiones tradicionalmente masculinas. Sobrevive aún el odio irracional a parejas del mismo sexo, pero somos cada día más los amigos del amor y la tolerancia, y cada década es testigo de la aprobación del matrimonio igualitario en más y más países. Mientras más pasa el tiempo, más libre se vuelve la mujer, y el varón debe pagar un costo cada vez mayor por las transgresiones cometidas contra mujeres.

Esta ideología inevitablemente caerá de su trono, porque es absurda, porque restringe el potencial de progreso de nuestra especie, porque es un producto viejo al que le está llegando su fecha de vencimiento. Ese proceso generará intensas frustraciones, de parte de quienes desean que el proceso sea más rápido, y de parte de quienes sentirán incómoda preocupación, al notar lo rápido que las libertades de un mundo nuevo, logran demoler las restricciones de un mundo viejo.

Es de esa preocupación, de donde nacen las denuncias que escuchamos y leemos tan a menudo, contra la imposición de una ideología de género perjudicial. Y tienen mucha razón, existe una ideología de género, es muy perjudicial, y nos la quieren imponer.

Solo que no es la que ellos denuncian… es la que defienden.